Columna de Pablo Ortúzar: Se gobierna en prosa
Por Pablo Ortúzar, investigador del IES.
El objetivo central de todo gobierno, incluyendo el de Gabriel Boric, es la paz. Tal como señala Agustín en La ciudad de Dios, no hay nada más dulce y deseable que ella en este mundo. Vivir con tranquilidad en nuestras posesiones y relaciones es condición de posibilidad de todos los demás bienes humanos.
Ahora, la paz es inseparable del bien común. No se vive en paz cuando se experimenta la vida como una lucha a muerte por la supervivencia. Es a través de la reciprocidad que superamos la dialéctica del amo y el esclavo. Y ella supone normas, sanciones y procedimientos. Y también demanda recursos: las instituciones de la civilización tienen un precio. En este sentido, el presidente electo tiene razón cuando invita a evaluar su propuesta de reforma tributaria no mirando lo quitado, sino lo que se busca financiar con ello.
Sin embargo, es necesario preguntarse cuánto de esos recursos llegará efectivamente a financiar aquellos bienes. Un problema de la izquierda es moralizar el Estado hasta la ceguera. En El otro modelo, Fernando Atria postula que las prestaciones estatales se hacen con vistas al bien del que las recibe, y no del interés del que las presta. Esto contradice casi toda la sociología de los Estados existentes, cuyos aparatos burocráticos tienden a lógicas de interés corporativo y clientelismo político. Otro sería el resultado si el mismo estándar de crítica desarrollado por la izquierda contra las instituciones del Estado que no les agradan, como Carabineros, fuera aplicado a las que sienten cercanas.
Si el gobierno de Boric quiere expandir la capacidad del Estado como prestador de servicios, debe tomarse en serio su modernización y profesionalización. Sólo así puede vincular tributo y bien común.
Por otro lado, el bien común no es sólo el de la unidad política. Es también el de las personas y las asociaciones intermedias a través de las cuales se despliega la vida humana. Vivimos en paz y concordia a través de grupos pequeños a los que debemos nuestras primeras lealtades. El sujeto “liberado” de dichos nexos se vuelve antisocial y egoísta. Esto también supone un desafío para la izquierda, que suele negar toda relevancia a las organizaciones entre el individuo y el Estado (excepto si se trata de grupos de protesta o comunidades indígenas). El Presidente Boric tiene la oportunidad de reconciliar a su sector con la familia (en todo su espectro), las iglesias, los clubes deportivos, los bomberos, los centros de padres, las universidades y tantas otras “pequeñas plataformas” que generan y sostienen bienes públicos fundamentales sin ser estatales. Golpearlas para amoldarlas al Estado, en vez de colaborar con ellas, sólo destruye tejido social.
Por último, la paz construida debe ser defendida. La espada no se blande en vano. Perseguir y hacer justicia contra delincuentes y malvados es una de las razones fundamentales de ser del Estado. Obliga porque protege. Y no hay protección si no hay control real del territorio ni castigo para los criminales. Kast saltó de no existir en las encuestas a un 44% de los votos en segunda vuelta básicamente por martillar este clavo. Que no piense el nuevo gobierno que no seguirá creciendo si es que lo ignoran.