Columna de Pablo Ortúzar: Triste, solitario y recién comenzando

Foto: REUTERS/Carlos Barria.


La mañana del viernes 12 de abril de 2019 Sebastián Piñera confirmó que Chile sería sede de la versión número 25 de la COP, la conferencia de las Naciones Unidad sobre el Cambio Climático. Pocas horas más tarde aterrizaba en Pudahuel el secretario de Estado de Estados Unidos y exdirector de la CIA, Mike Pompeo. El emisario de Trump, al que no le podía importar menos ni la ONU ni el medioambiente, venía en una misión de matonaje que afectaba la otra agenda internacional atesorada por Piñera: la integración económica del Asia-Pacífico (Santiago también recibiría el foro APEC 2019). Pompeo, sin rodeos, dijo que Huawei era un artefacto del Partido Comunista chino, y que si Chile quería seguir integrado tecnológicamente con Estados Unidos, tenía que olvidarse de siquiera evaluar la idea de un cable 5G transpacífico fabricado por esa empresa que nos uniera con China. Chile, de hecho, estaba sopesando esa idea, luego del éxito del proyecto Fibra Óptica Austral, y Piñera viajaría a fines de abril al Foro de la Ruta de la Seda en Beijing, donde también esperaba visitar las instalaciones de Huawei.

Nunca en la historia reciente de Chile habíamos sido tratados de manera tan despectiva por un enviado norteamericano. Ni siquiera luego de que Lagos votara contra la invasión estadounidense a Irak. Y tampoco es que el embajador chino de la época, Xu Bu, fuera una seda. El tono de la diplomacia de las dos mayores potencias mundiales se había vuelto bastante agrio.

Finalmente, Piñera no fue a Huawei, el cable lo fabricó Google y nos unirá con Australia. En cuanto a Mike Pompeo, sus misiones de matonaje internacional no comenzaron ni terminaron con Chile, y hacer el trabajo diplomático sucio de Trump le granjeó pocos amigos a nivel mundial. La inteligencia norteamericana detectó amenazas creíbles contra su vida por parte de Irán, razón por la cual, una vez terminado el gobierno, fue puesto bajo custodia especial. Esta disposición se sostuvo bajo la administración de Biden, durante la cual Pompeo coqueteó brevemente con la idea de ser el próximo candidato presidencial republicano. Finalmente, dado que no marcaba en las encuestas, desistió y apoyó a Trump. Pero este último no le perdonó siquiera haber evaluado desafiarlo, por lo que no sólo no le ofreció puesto alguno en su nueva administración, sino que le quitó la custodia apenas llegó de vuelta a la Casa Blanca.

Una de las moralejas de esta historia es que si bien Trump I fue un gobierno que no respetó las formas del orden y la diplomacia internacional post Segunda Guerra, Trump II se alimenta de pasiones incluso más bajas, y no duda en actuar conforme a ellas. Bien lo saben ahora los ucranianos, luego de que el Presidente de Estados Unidos llamara “dictador” a su par de esa nacionalidad por negarse a firmar un acuerdo abyecto que entregaba a Estados Unidos, a perpetuidad, propiedad sobre la mitad de los recursos del país de Europa oriental. Da lo mismo que Putin sea efectivamente un dictador, que haya invadido Ucrania y que cientos de miles de ucranianos hayan ofrecido sus vidas en las trincheras.

La hubris, o desmesura, lleva a la decadencia. Esa es la principal lección histórica que Heródoto y Tucícides querían transmitir a las nuevas generaciones. Atenas se condenó por su propia ambición. Y hoy la hubris de Trump es también el reflejo y el catalizador de la decadencia del imperio estadounidense. No sólo la pax americana queda en el pasado, sino que el viejo Imperio se transforma ahora en un extorsionador internacional que ofrece protección a cambio de riquezas. Para los que crecimos en los 90 y 2000, en la época de “La picada del Clinton” y series como The West Wing, es difícil ajustar los mapas mentales a este nuevo escenario. Se vive la misma sorpresa de Filón de Alejandría ante Calígula. Y no hay a la vista una alternativa imperial benevolente bajo la cual buscar abrigo.

Esta es la realidad: estamos más solos que nunca, en un mundo que los fuertes pretenden regir en nombre de la fuerza. Y más nos vale buscar entendimiento y amistarnos entre nosotros, porque nadie más se preocupará de nuestro destino. Permanecer divididos y débiles, en un mundo así, es una invitación al abuso.

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