Columna de Pablo Ortúzar: Y dale con los comunistas
Recibí críticas interesantes por mi columna “Esto es el Partido Comunista”. Algunas apuntaban a que la historiografía actual, contra autores del pasado, descartaba la participación del PC en organizar el levantamiento de la escuadra en 1931. Eso sí, al parecer, el final del régimen de Ibáñez y la doctrina del momento de la URSS sí llevaron a algunos comunistas a estériles intentos revolucionarios en esa época, que luego, al girar la política internacional soviética hacia los “frentes nacionales”, fueron catalogados como aventuras personales.
Ninguno de mis contradictores, sin embargo, puso en cuestión dos cosas. Primero, el compromiso del Partido Comunista chileno con el estalinismo soviético -lo que incluía asumir como propios a los amigos y enemigos de la URSS-. Y, segundo, la extensión de ese compromiso hasta hoy en la forma de un apoyo internacional irrestricto -comprobable a través de un sinfín de declaraciones públicas- a favor de casi todos los enemigos del orden occidental de la posguerra, cuyo eje ha sido la hegemonía de Estados Unidos y cuya forma política ha sido el capitalismo democrático. Lista de enemigos que incluye a regímenes autoritarios tales como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán, Bielorrusia, Corea del Norte y Rusia. Tampoco se negaron las relaciones del PC con las FARC colombianas.
Ahora, algo interesante en mis amigos de izquierda es que consideran que aunque el PC chileno sea amigo casi exclusivamente de dictaduras, a las que alaba sin restricciones, y aunque su organización interna se base en los principios leninistas del “centralismo democrático” -que no tiene nada de democrático-, nadie debería pensar que su ideal de gobierno para Chile es autoritario. Los comunistas chilenos, según esta visión, no quieren un régimen comunista en Chile. Y cualquiera que piense lo contrario sería “anticomunista”.
Con la misma convicción y precariedad lógica se me hizo ver que los comunistas chilenos nunca intentaron derrocar a Piñera. Esto, porque atizar movilizaciones violentas en todo el país al mismo tiempo que se le pide persistentemente la renuncia al Presidente democráticamente electo, negándose, además, a pactar con el resto de las fuerzas políticas para tratar de salvar el orden institucional, les parece a varios de mis amigos algo perfectamente democrático. “No es como que hayan bombardeado La Moneda”, sería el estándar. Al parecer, demandar la renuncia de un presidente mientras se incendia el país es considerado en las normas de etiqueta política de nuestra izquierda algo muy institucional y republicano.
Estas dos discusiones, supongo, quedarán para más adelante. Pero ya con lo concedido -que los comunistas viven y trabajan en alianza con los países contrarios al orden internacional que el Estado de Chile ha históricamente apoyado- se puede elaborar para derivar nuevas preguntas y conclusiones. La primera y más obvia es respecto a nuestras relaciones internacionales: ya que los comunistas son enemigos de los que, hasta ahora, han sido los países amigos de Chile en el concierto internacional, parece claro que sería un problema mayor para el país tener comunistas trabajando en la primera línea de nuestras relaciones internacionales. A menos que queramos priorizar las relaciones con países como Irán o Nicaragua, claro.
Esto también aplica al ámbito de la defensa: los países amigos comparten tecnología militar e inteligencia entre sí. Luego, tener comunistas en puestos de defensa -como los hay hoy- iría en desmedro de nuestros esfuerzos como país en estos asuntos. Tampoco podríamos avanzar, por cierto, en montar una agencia nacional de inteligencia que funcione si existe el riesgo de que el PC comparta esa información con sus amigos, que simpatizan con varios grupos que amenazan la seguridad interior del Estado chileno. Por ejemplo, ¿qué garantía tendrían los servicios de inteligencia chilenos de que todo lo que investiguen respecto al vínculo entre el Tren de Aragua y el régimen de Maduro no terminara en manos de la dictadura venezolana?
Quizás el Presidente Boric no ha reflexionado sobre estos asuntos. Pero es importante que el resto de los votantes, incluyendo al socialismo democrático, sí lo hagamos.
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