Columna de Pablo Paniagua: Escrutinio académico y Elisa Loncon
Extraños pliegues ha tomado el caso de la doctora Elisa Loncon, en especial luego de que la Usach haya presentado ante la Corte de Apelaciones de Santiago un reclamo de ilegalidad en contra del Consejo para la Transparencia (CPLT), para no transparentar el dossier académico de Loncon, en base al cual recibió un sabático académico. El Mercurio deseaba chequear si se cumplían las condiciones académicas exigidas, por parte de Loncon, para gozar del beneficio de sabático remunerado (un permiso otorgado para ausentarse de sus funciones docentes de enseñanza, pero percibiendo íntegramente su remuneración).
La Usach es una institución de educación superior pública y estatal, por lo que recibe cuantiosos fondos de todos los chilenos para promover la investigación y la enseñanza, por lo que deberíamos esperar un mínimo de transparencia por parte de dicha casa de estudios con respecto a nuestros recursos. De hecho, según el informe METUECH analizado en El Mostrador el año pasado, se reveló que en el 2021 el Estado entrega recursos por $252.157 millones, mediante el Aporte Fiscal Directo (AFD). Y la Usach, recibió alrededor de $12.123 millones, siendo una de las cuatro universidades públicas que más recursos reciben del Estado. Estos montos no son menores y deberían ser usados de forma productiva para poder promover la investigación de calidad y la enseñanza de alto nivel, por lo que deberíamos velar por su buen uso y trasparencia.
En este contexto, el exrector de la Usach Juan Manuel Zolezzi, quien firmó el permiso de Loncon, señaló que, para obtener dicho beneficio, los académicos debían tener “cierta trayectoria académica y antigüedad; un currículum importante desde el punto de vista de las publicaciones, de los trabajos que ha hecho”. Es decir, el mínimo para poder gozar de un sabático académico es tener los siguientes elementos: 1) una cierta trayectoria académica de peso en los últimos años y 2) un buen nivel de producción académica, a través de publicaciones en revistas indexadas con alto impacto. Estos dos elementos son los que el exrector Zolezzi establece como condiciones necesarias para un sabático en la Usach.
Entonces, lo que se le está exigiendo a la doctora Loncon es bastante estándar. Dado que se obtuvo un sabático en una casa de estudios estatal que usa recursos públicos, entonces se deben transparentar los antecedentes académicos de esta. Esto significa transparentar: cursos dictados de pregrado y posgrado y sus syllabus, conferencias académicas donde se presentaron sus investigaciones y el dossier de artículos y papers revisados por pares durante los últimos cinco años. Cabe señalar que aquí no se le está exigiendo a Loncon mostrar sus diplomas de master y doctorado, o de mostrar su tesis doctoral en Leiden defendida en el 2017 —nadie pone en duda los logros académicos e internacionales de Elisa Loncon hasta el 2017—, aquí nadie tampoco busca poner en duda los grados académicos de la doctora Loncon, sino que se busca transparentar todo lo señalado anteriormente entre el periodo 2018-2022 que fue el periodo de evaluación para gozar de un sabático. Aquí hay de fondo un escrutinio académico con la intención de establecer meritocracia y transparencia en función del rol público que cumple la Usach con nuestros recursos.
He aquí el corazón del problema y donde subyace el riesgo más grande del caso Loncon: que tiremos por la borda como sociedad el escrutinio académico y meritocrático bajo un victimismo utilitarista, blindando así a los académicos de universidades públicas de la inspección de pares y la vigilancia de la ciencia, al acusar a las personas que exigen transparencia de presunto racismo, sexismo e incluso hasta de misoginia. Lo más problemático es que en los últimos días más de 1.200 académicos y académicas en todo el mundo –incluido algunos de la prestigiosa Universidad de Harvard— se hayan sumado a esta peligrosa tendencia y táctica del proteger a algunas figuras públicas del escrutinio académico, al acusar al resto de un supuesto “alarmante odio racial, clasista y de género”. Lo peligroso de dicho texto firmado por más de 1.200 personas, es que estos, al blindar a Loncon del escrutinio, están minando las bases en las cuales se funda la ciencia como sistema de búsqueda de la verdad: el cuestionamiento y vigilancia académica por pares. En palabras de los firmantes, la situación vivida por Loncon “abrirían caminos que podrían usarse como herramientas de vigilancia epistémica [sic]”, que estos al parecer desean eliminar.
El problema es serio, ya que la ciencia debe estar basada en la meritocracia, en la vigilancia epistémica, en el cuestionamiento de nuestras investigaciones y resultados, y en el escrutinio de los pares para velar por la verdad, la calidad y los máximos estándares en la producción del saber; sobre todo cuando se utilizan recursos públicos para esto. Si no sometemos a los académicos al escrutinio meritocrático y vigilancia epistémica, estaríamos entonces abriendo las puertas para que la pseudo-ciencia, el nepotismo político y la superstición entren por la puerta principal de nuestros principales centros de formación y del saber. De ahí a la barbarie, el fanatismo y la hechicería hay pocos pasos. Pero resulta ahora, según la visión de los 1.200 firmantes, que hay que proteger a algunos académicos del escrutinio epistémico y meritocrático. Me pregunto qué pensarían de todo esto los grandes defensores de la libertad académica y del escrutinio como Marie Skłodowska–Curie, Karl Popper y Michel Polanyi, entre muchos otros.
Volviendo al caso Loncon, hay muchas cosas que aclarar. Primero, ¿cómo es que una persona que recibió su doctorado solo en el 2017 ya puede obtener un permiso sabático basado en “cierta trayectoria académica”? Segundo, si analizamos las publicaciones de Loncon a través de Google Scholar y de ORCID, podemos notar que ella en los últimos cinco años (2018-2022) ha publicado seis papers, de los cuales tres están en el Q1 de sus disciplinas y solo 1 de estos en revistas académicas internacionales con factor de impacto mayor a 1. Además, de aquellos 3 artículos Q1 con impacto, Loncon fue solo la tercera autora (i.e., no la autora líder de dichas investigaciones). Es decir, en cinco años, ella publicó 1 paper Q1 con relativo impacto (sobre 1). De hecho, si se hace un cruce entre los rankings de las top 200 revistas y publicaciones en Educación y en Lingüística de Scimago SJR, podemos ver que Loncon, en los 5 años solicitados, solo publicó 1 paper dentro de las revistas top 100 de su disciplina. Recordemos que el requisito para gozar de un periodo sabático con goce de sueldo descansa en el criterio de “un currículum importante desde el punto de vista de las publicaciones”. Todo esto además sin poder realmente evaluar el trabajo de Loncon como profesora de pregrado y de posgrado ya que no hay transparencia respecto a sus clases dictadas, syllabus, evaluaciones docentes, etcétera y no hay ninguna información online al respecto en la universidad pública Usach.
Para finalizar, y si dejamos de lado los debates pueriles de revistas académicas, todavía queda la pregunta en el aire: ¿por qué la doctora Loncon se sigue negando a transparentar algo tan básico como sus actividades académicas de enseñanza y de publicación en los últimos 5 años? Es extraño que tanto Elisa Loncon —en cuanto respetada figura pública— y una universidad con vocación pública y que usa recursos del Estado, como la Usach, busquen negarse a transparentar algo tan normal como los antecedentes académicos. Aquí no hay racismo, sexismo o misoginia, aquí en realidad hay dos cosas que no deberíamos abandonar, un escrutinio publicó hecho por pares académicos para velar por un buen uso de nuestros recursos públicos y un escrutinio epistémico y meritocrático que están en la base de uno de los pilares de la civilización: una ciencia honesta, transparente y meritocrática.
Por Pablo Paniagua, profesor investigador FARO UDD
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