Columna de Patricio Hales: 50 años de conversaciones pendientes

AFP


Las dificultades para conmemorar los 50 años del Golpe prueban que éste, nos sigue dividiendo apasionadamente.

Chile sería más fuerte más unido, si reconociera que perdimos cohesión cuando se eligió la violencia de Estado, en vez de la democracia, como forma de resolver esa crisis. El repudio no es solo ético por lo inhumano, sino político porque el Golpe oficializó el atropello al libre derecho democrático de tener ideas contrapuestas.

Pero no habrá diálogo productivo si parte de la izquierda aún no asume que no supimos transar para avanzar. Aún no sabe lograr los acuerdos de mayoría. Tampoco los logró el Presidente Allende, sometido a la presión partidaria de la Revolución. Ninguno de los errores que cometimos, justifican los horrores cometidos por la dictadura de derecha. Todavía cierto extremismo de derecha, los disculpa como “excesos causados por las circunstancias”. Hacen pornografía política de las conductas de la UP, pretendiendo fundamentar la inevitabilidad de asesinatos, desaparición de personas, torturas y crueldades que demostró el informe presidido por el obispo Valech y aprobado por el Congreso. La justificación de esos crímenes reduce la posibilidad del diálogo conmemorativo, exacerba nuestra emoción por lo sufrido y dificulta la racionalidad con que deberíamos conversar por el bien de Chile.

Un prolífico publicador de cartas a un diario me escribe que los culpables de las atrocidades fueron los dirigentes de izquierda que habrían generado condiciones inevitables para el Golpe. Otros, intentan diluir sus responsabilidades en el supuesto contexto, denunciando la “Revolución en Libertad” de la DC de los 60. Homenajean a los golpistas y sus atrocidades, ungiéndolos como salvadores de males mayores, insultando a las víctimas como merecedoras de lo sufrido. Esto imposibilita la conversación y el perdón que, bien dijo José Zalaquett, es parte de la justicia. En diálogos públicos y privados, con políticos involucrados y militares, no escuché arrepentimiento, exceptuando a Cheyre y su equipo, sino orgullo, supuestamente patriótico, por su tarea política represiva. ¿Quieren que perdonemos, agradeciendo a los victimarios? Algunos, que promovieron la desnaturalización de la misión de las FF.AA., arrancan cobardemente diciendo: “A los milicos se les pasó la mano”.

El Golpe, usando la violencia de Estado, consagró como barbarie esencial, constituyente, que el fin justificó los medios inhumanos, por perversos que fuesen, como forma de hacer política.

Aunque mi historial de excomunista carga la vergüenza histórica por las violaciones a los DD.HH. en la URSS, Cuba, Bulgaria, RDA, Checoslovaquia, exijo recordar que, salvo la dolorosa excepción de Juan Luis Ossa durante el régimen de la UP no se registran casos de torturas ni represiones comparables a los 17 años de golpismo civil con apoyo militar.

Conversemos reconociendo nuestro fanatismo de izquierda de los 60 y 70, saquemos lecciones para el Chile de hoy y futuro. Repudiemos esa religiosidad militante con que abríamos el paraguas en Santiago cuando llovía en Moscú y cantábamos, con mística odiosa, “que los pobres coman pan y los ricos mierda- mierda”, aunque muchos veníamos de hogares de burguesía media bien acomodada, de colegios católicos caros, ilusionados contra la pobreza. Declamábamos discursos amenazantes y sectarios; promovimos el adoctrinamiento escolar socialista en la Educación Unificada, y permitimos el atropello a la justicia, “tomas” de industrias, campos, vivienda. ¿Qué aprendió el Programa del Presidente Boric ofreciendo que “no habrá desalojo de tomas”?

Consignemos que los que éramos comunistas nos opusimos a la ultraizquierda violentista y apoyamos al Presidente Allende a buscar acuerdos, pero hoy, expulsan al encargado de la conmemoración de los 50 años, como Stalin a Zinoviev, castigándolo por decir lo que no dijo.

El gobierno actual no aprende de esa historia y coquetea aparentando flexibilidad. Obteniendo el 28% quiso imponer en 2022 una Constitución repudiada y un programa que se desmorona. ¡Cómo no ven que, en 1970, ganando con el 36%, subiendo al 50% y 45% en 1973, no pudimos imponer nuestra revolución! Y hoy, teatralmente, la coalición gobernante invoca a Allende, intentado imitarlo patéticamente. Nosotros sí fuimos mayoría social y programática cuando, la DC con Tomic más la UP con Allende, ofrecíamos revolución y sustitución de la estructura capitalista frente a una derecha estéril. Pero le dijimos al centro político: “con ustedes ni a misa”. Manejamos pésimo la economía y seguíamos cantando fanatizados contra “el burgués insaciable y cruel”. No teníamos armas, pero dijimos que habría que tenerlas “por si las moscas”, provocando ese miedo económico y social que engendra odio pero que no excusa los horrores. Ese odio que explicó indiferencia de muchos a las violaciones de DD.HH., pero que no lo justifica. Deberíamos conversar del odio mutuo y de la derecha que buscó financiamiento extranjero para atentados, sabotajes, huelgas.

Dialoguemos sobre la supuesta inevitabilidad del Golpe, porque sigo convencido que había otras salidas a la crisis. Allende también.

Comprometámonos contra toda violencia política por los DD.HH.. Un mandato ético y democrático daría cohesión social y seríamos comunidad.

Pero cuesta conversar si el izquierdismo gobernante, conmemora los 50 años, evocando emociones excluyentes, porque es más fácil y popular. Nada más molesto que mirarse a sí mismo y reflexionar de errores de la historia que uno invoca. Si no aprendemos de ese pasado, haremos pedagogía sectaria a los jóvenes que se incorporan a la política. Una sociedad democrática necesita conversar sus tragedias.

Otra cosa son las conclusiones personales a los 50 años.

A mí, no me pasó casi nada. Orgulloso contra la dictadura, solo pase unos meses preso, varias veces detenido, perseguido, golpeado y torturas menores, pero siento dolor por mis hijos. Su padre sacado de la casa por civiles armados. Antonio de 6 años tuvo su primera gastritis cuando me incomunicaron. Teresita de 8 años, cuando el fiscal permitió que ella entrara a saludarme en un interrogatorio y me preguntó ¿por qué te tirita el brazo?

Cada familia procesa lo suyo, pero es el debate público el que crea opinión social y debemos cultivarlo para construir la vida en sociedad.

Estamos perdiendo una oportunidad.