Columna de Patricio Hales: La reelección presidencial de Boric
El Presidente Boric no logró transformar Chile, pero Chile transformó a Gabriel Boric.
No tengo competencias psicoanalíticas para referirme a sus cambios personales, pero tengo larga experiencia en evoluciones político-ideológicas, desde que me enamoré y divorcié desgarradoramente del Partido Comunista. Estas suelen ser lentas, con vacilaciones. La del Presidente Boric se desenvuelve con relativa consolidación. No solo quedaron muy atrás sus declaraciones “estallistas”, sino también su programa. Aunque en las redes sociales le recuerden sus consignas octubristas y discursos refundacionales, todo eso dejó de ser su propia fuente de citas. Al principio, su evolución sólo parecía surgir tímidamente de esa pedagogía ineludible con que la realidad absurdizó sus promesas. Pero la brutal derrota de su gobierno, aplastado el primer año por el voto popular, que rechazó con el 61% esa propuesta constitucional que promovió con sus ministros por todo Chile, advirtiendo que estaban en juego las reformas sociales que el país requería, lo llevó al menos a cambiar su lenguaje político la misma noche de la paliza diciendo que : “El maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado”. Mientras en sus propias filas se desplegaba una falta de unanimidad larvada, él comenzó este proceso de avances y retrocesos, propio del gobernante que duda entre renovarse o encastillarse con los que lo rodean. El Presidente optó por cambiar.
Boric inició una lenta renuncia programática que evidencia reflexión ideológica. El acuerdo con SQM, para explotar el litio, no solo era inimaginable sino que, más allá de si probablemente hubiese sido mejor una licitación internacional, cambió la idea estatizadora contra los privados, desestimó la concepción revolucionaria, la desestabilización prometida y dió una señal socialdemócrata en la economía. Esto no fue un cambio de tono, sino un cambio doctrinario propio del modelo económico del Estado de Bienestar de sociedades libres democráticas, no socialistas ni estatistas.
Su renuncia a la Reforma Tributaria como piedra fundante de las transformaciones prometidas y su demora, limitándola a evitar evasión y corregir injusticias, quizás terminará siendo más liberal que las de los modelos europeos. La Reforma de Pensiones retrocedió en relación a lo prometido. La oportunidad de reventar las Isapres, permitiendo su quiebra, para dar paso a las ilusiones del modelo único de salud prometido, felizmente la evitaron con ahínco.
¿Para dónde van las reflexiones del Presidente? No parecen ser solo pasos tácticos oportunistas para recuperar fuerzas y volver a la carga. El crecimiento económico, tan denostado como enfoque supuestamente reductivo de los gobiernos de los criticados últimos 30 años, ha pasado a ser voceado y defendido por las autoridades ministeriales de los partidos políticos gobernantes más extremos en lo ideológico-económico. El PIB ahora lo revisan a centésimas, midiendo gestión gubernamental y abandonando las abstracciones fantasiosas con que se inició el Gobierno.
A lo expuesto se suma que en lo institucional el Presidente Boric no ha vuelto a insistir en cambiar Chile con las pesadillas refundacionales iniciales suyas y de su partidarios de extrema izquierda, cambiando su conducta sobre Carabineros, FFAA y Justicia. Para combatir la delincuencia aunque, como otros gobiernos, no logra detenerla, nunca más volvimos a escucharle el capítulo V de su programa, prometiendo refundar Carabineros y adoptar un “escalafón único que termine con la diferencia entre suboficiales y oficiales”. Ya no estimula las tomas de terrenos como lo hizo por escrito en los puntos 4.i.- y 4.ii.- de su promesa.
Sabiendo que dejará recuerdos de errores, incompetencia, torpezas y corrupción, el Presidente probablemente buscará construir su futuro político, intentando que recordemos que terminó su mandato como un Presidente que aprendió de los errores de su arrogante extremismo inicial, atreviéndose frente a su partidarios extremos.
Mi predicción es que la habilidad del Presidente y el largo tiempo que le queda, lo llevarán a una evaluación comparada que lo transformará en un político socialdemócrata parecido a los que repudió. Su último viaje a Europa debe haber sido un magister sobre modelos de bienestar social, basados en moderación, negociaciones, tratados internacionales, crecimiento, tributos, eficiencia, sociedades público privadas para enfrentar las oleadas extremas derechistas e izquierdistas. El Presidente está cambiando.
Si él profundiza esta evolución, cuando ya no sea Presidente y entiende que renovarse no es una vergüenza sino un mérito, podría ser que -si Claudio Orrego no se decide-, el “Nuevo Boric”, a sus 43 años, en 2029, ó a los 47 en 2033, sea nuestro candidato de centro izquierda y que muchos de sus críticos terminen votando por él, ya no como como en 2021 como el mal menor frente al extremismo de Kast, sino como el candidato de una unidad política parecida a la Concertación. Así nos cambia la vida.
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