Columna de Patricio Hales: ¿Unidad de la izquierda para qué?
Volodia Teitelboim, con la culta agudeza que lo caracterizaba, dijo al día siguiente del triunfo del Presidente Allende en 1970, : “..hemos conquistado toda la enorme cantidad de problemas que queríamos tener”. Se imaginaba las tareas de gobierno que prometía su programa. Para eso era la Unidad. Del mal resultado y de los errores que cometimos hay abundante literatura autocrítica, incluida la mía, pero partidarios y adversarios sabían a qué atenerse pues había ideología, propósito y programa .
No es el caso de la actual alianza política del gobierno del Presidente Boric con programa confuso, errático, más bien marcado por consignas variables que por ideas. La unidad electoral de algunas izquierdas, sumando a parte del centro, anunció aspiraciones municipales, parlamentarias y nuevamente presidenciales, sin haber podido resolver en el presente cómo gobernar. ¿La Unidad es para repetir lo actual?
Ya no basta la ilusión electoral de: primero ganar y después “arreglar la carga en el camino” porque, cumplidos dos años, el gobierno del Presidente Boric y su variopinta parlamentaria han llevado la “carga” con reconocida impericia, ineficacia, con un desorden evidenciado y asumido desde el primer día, justificado por más de algún ministro como un “aprendizaje” cuya colegiatura costeamos en dinero los que pagamos impuestos y lo sufren los que esperan las soluciones prometidas.
Por sobre los errores, la causal agravante que ha caracterizado esta “unidad” es la falta de unidad programática en los contenidos. En los mismos días de autocelebración de esta oferta de unidad electoral, sus partidos disputan la hegemonía zamarreando a su gobierno de un lado a otro. Así fracasó la reforma tributaria que ahora cambió el impuesto a los super ricos por un impuesto a los profesionales y empresarios medios; la frustrada Empresa Nacional del Litio que solo creó incertidumbres; la locura de la “democratización " de carabineros; la promesa de no desalojar la “tomas”; la voltereta desde demonizar a carabineros a su actual veneración y defensa de los policías acusados en los procesos que promovieron electoralmente; calificando a las FFAA desde repudiable “recurso represivo” a varita mágica contra la delincuencia y otros ejemplos que superan la sana diversidad del debate en unidad.
Esta unidad electoral podría haber contribuido a la recomposición de la centro izquierda, que bien a condujo al país, si comenzara por limpiarse de esa imprudencia originaria con que insultaban política, ideológica y moralmente a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Dijeron que los gobiernos de la Concertación, que lograron los mayores éxitos de reducción de la pobreza y aumento del crecimiento, no habrían hecho nada y que ellos eran su “conciencia moral”, suponiendo que nuestro pueblo habría votado equivocadamente las cinco veces que eligió a esos presidentes entre 1989 y 2014.
De muchos éxitos pero también errores e insuficiencias cometidos por la Concertación, surgen propuestas serenas que Chile para gobernar Chile si reconstruye una centro izquierda social demócrata. Esa Social Democracia que ha evolucionado desde que se creó en el primer del siglo XX de modo alternativo a los modelos socialistas leninistas que promovíamos los que éramos comunistas cuando creíamos, como algunos aún lo creen en Chile, que para progresar y resolver la pobreza hay que cumplir con la doctrina aún vigente de arrebatar para el Estado bajo la conducción del Partido todos los medios de producción, aplicar la Dictadura del Proletariado, poner fin a la democracia, a la libertad de expresión individual y colectiva, tapándose los ojos y los oídos, como yo lo hice en los 70 para no ver el Muro de Berlín ni escuchar de Stalin.
El debate socialdemócrata indispensable permite no resignarse a que la derecha tenga el camino pavimentado por las incapacidades políticas, no personales, de quienes desde el actual gobierno que prometió remediar los supuestos males de los últimos 30 años.
Reconstruir centroizquierda, por ahora, será una tarea de “catacumbas” en la que muchos estamos dispuestos a participar aunque ni siquiera alcancemos a vivir sus frutos.
Hoy, al elector le corresponde, no solamente preguntarse para qué es esta oferta de unidad electoral sino, comprometerse en construir otra forma de unidad para no retroceder en progreso social ni padecer el conservadurismo.