Columna de Paula Escobar: Cariño malo
Chile Vamos tiene una relación rara con la centroizquierda.
Hoy son de los principales defensores de los “30 años”, y a veces defienden con aún más ahínco “los 20″ de la Concertación, de los que fueron férreos opositores. Tanto así que su eslogan fue el “desalojo” de la Concertación, como rezaba un famoso libro de Andrés Allamand.
Por Aylwin, que hoy canonizan, no votaron por él y apoyaron con todo a Hernán Büchi. Sigamos con Lagos. Lo definen como un gran estadista…, salvo que durante su gobierno no le hicieron la vida fácil. Y antes, menos. Tal como el expresidente afirma en Gobernar para la democracia, había dos derechas peleando contra él en la campaña: una que promovía la idea de que Lavín era el cambio, pero también había una derecha oculta, cuyo objetivo “era hablar del peligro que significaba votar por un socialista y marxista”.
Y con la expresidenta Bachelet, para qué decir: su proyecto constitucional lo han valorado tanto desde 2019, pero no en su momento (salvo Evópoli). Bajo vítores, mandaron a guardar en un cajón la Constitución de Bachelet al iniciarse el gobierno del expresidente Piñera, justamente en una Enade.
Parece ser una admiración retrospectiva, desacoplada y entonces o perfectamente insincera o perfectamente inútil.
La disociación persiste hoy, esta vez con este gobierno, que tiene dos almas, pero que ha ido dando paso a políticas de corte socialdemócrata, cuyo horizonte es el Estado de Bienestar. Pasó con Mario Marcel: dijeron no rotundamente a la reforma tributaria del ministro, ni siquiera la idea de legislar se aprobó, aun cuando iba a haber enmiendas y diálogo en el Senado. Para la de pensiones ya anunciaron que no están disponibles para analizarla como está. Pero ¿qué mejor contraparte -desde el sector opuesto al suyo- para una reforma de pensiones podrían pedir, que los ministros Marcel y Jeannette Jara?
Pasa con la ministra Carolina Tohá: se bajaron de la Mesa de Seguridad que ella impulsaba, y por dañar al gobierno dañaron al país. La agenda se ha ido reponiendo, a mosaicos, tras la crisis desatada por los asesinatos de Carabineros, pero siempre es un tira y afloja en que le dificultan desplegar y despegar una agenda coherente. Es cierto que Tohá ha tenido harto fuego amigo, como comentamos aquí la semana pasada, pero también desde la derecha; incesante.
Pasa con Boric. Cuando el Presidente opta por políticas más socialdemócratas, viene el coro ya majadero de las “volteretas”, la búsqueda de que pida perdón por lo que pensaba, votaba y decía antes. Pero la paradoja es evidente: si el Presidente evoluciona hacia políticas de corte socialdemócrata -que dicen valorar- ¿por qué lo atacan?
La derecha está tensionada no solo desde afuera, por la arremetida de Republicanos (que esta semana hasta publicó una fake news contra Chahuán), sino desde adentro. Hay una tentación a leer el país como si el estallido hubiera sido un mal sueño, del que despertaron y volvieron a tener el sartén por el mango. Otras personas del sector lo ven con más claridad: si fracasa este gobierno, esto es, si termina sin nueva Constitución, sin pacto tributario, sin reforma de pensiones, sin mejoras de salud, quien recogerá las ganancias no sería ni la socialdemocracia ni Chile Vamos. Más bien, el populismo del PDG o la ultraderecha de los Republicanos, o quién sabe quién. Como dice el académico Juan Pablo Luna: " Si el gobierno se hunde, también se hunde su oposición más sistémica”.
El exsenador Elizalde llega a la Segpres con la misión de “tender puentes”, “dialogar hasta que duela”, pero -más allá de sus reconocidas habilidades negociadoras- se necesitan dos para bailar tango (como recordó Marcel). Es cierto que debe lograr la esquiva disciplina interna, disciplina “consciente”. Disciplina en seguridad y en rechazar el sexto retiro, y para apoyar la labor de Tohá, que ha tomado el liderazgo y pagado los costos de un problema de la mayor sensibilidad para las personas. Pero el ministro Elizalde debe también conseguir que esa derecha con la que antes pudo abordar temas tan complejos como el Acuerdo por Chile, se allane a poner los votos donde pone las palabras, si las ideas de la socialdemocracia y sus elencos son tan valorados como dicen. “Es la mejor oportunidad de la derecha para hacer un pacto social con un gobierno de izquierda”, dijo Lorenzo Gazmuri, past president de Icare a El Mostrador, advirtiendo algo bien obvio, pero que parece que se olvida: que los problemas que gatillaron el estallido social siguen ahí.
En su afán por doblegar al gobierno y por su temor a Republicanos, la derecha tradicional no ve que tiene la oportunidad -y el deber- de impulsar un proyecto de centroderecha de verdad, como viene prometiendo hace décadas. Esta puede ser su última oportunidad.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.