Columna de Paula Escobar: El país de los 300 candidatos

Cóngreso Cámara

Lo que hay tras esta proliferación es un sistema en el cual la barrera de entrada para ingresar a la competencia política, como individuo y como agrupación, es cercano a cero. Más aún: hay grandes beneficios para quienes quieren seguir esta aventura.



El general Charles de Gaulle decía que era imposible gobernar un país con más de 300 quesos, refiriéndose a Francia.

En Chile, parafraseando, podríamos decir que no se puede gobernar un país con cientos, no de quesos, sino de aspirantes a candidatos presidenciales, y decenas de partidos, actuales y en formación acelerada.

Mientras termino de escribir esta columna hay más de cien personas juntando firmas para ser candidatos en la próxima elección presidencial. Hay 23 partidos, más varios en formación. Se calcula que pronto habrá más de 30. El promedio de partidos en la Cámara, entre 1989 y 2013, era de 7,3.

Lo que hay tras esta proliferación es un sistema en el cual la barrera de entrada para ingresar a la competencia política, como individuo y como agrupación, es cercano a cero. Más aún: hay grandes beneficios para quienes quieren seguir esta aventura. Es un sistema que propende a tener partidos que se subdividen hasta el infinito, representando cada vez a menos personas. Una microfragmentación que hace muy ineficiente la toma de decisiones y el logro de acuerdos, pero que es muy eficaz para proporcionar plataformas de visibilidad, atención y poder.

Para ser candidato presidencial hay que juntar 35 mil firmas. Parece mucho, pero en la era de las redes sociales, no parece ser imposible. Luego, candidaturas de menos de 1% tendrán su lugar en los espacios de propaganda y en los mediáticos. Y hay dinero, además: con cada voto obtenido, se les devuelve dinero. No será mucho, dicen algunos, pero si la candidatura es “minimalista” en los costos, rinde. Con voto obligatorio, además, aumentó exponencialmente el caudal de votos a los cuales aspirar. Y aunque es cierto que ese dinero no puede usarse en comprar lo que sea (uno trató de reembolsar calzoncillos, pero el gasto se lo objetaron), sí es un buen presupuesto para dar trabajo a un equipo que se ocupe de su propio plan estratégico personal, financiado con los impuestos que todos pagan.

Respecto del emprendimiento de hacer partidos, el modelo de negocios es similar. En varias regiones, con 500 firmas se puede inscribir un partido, o con el 0,25% del electorado que votó en la última elección de la Cámara. El incentivo, como se ha dicho en estas mismas páginas tantas veces, es abandonar el partido por el que se eligió, construir su propia “pyme” y negociar los pocos votos al valor del oro. De que rinde, rinde. Mucho más que estar en el partido de origen.

Para enfrentar este severo problema, a la base de muchos problemas sin solución, un grupo transversal de senadores logró ponerse de acuerdo y propuso la reforma al sistema político que se está tramitando. Lo básico: el que se va del partido en que fue electo pierde el escaño, órdenes de partido para materias de la mayor relevancia, entre otras medidas, y un umbral de 5% a nivel nacional para poder tener representación en el Parlamento. La han criticado desde distintos ángulos. Que es muy poco, que no es la bala de plata para solucionar la fragmentación y la indisciplina partidaria. Puede ser cierto, pero ¿no se podrá partir con lo que hay consenso? Hoy es muy difícil ampliar el rango de acuerdos: los partidos en peligro de extinción están -salvo excepciones- dando sendas peleas para no ser dinosaurios.

Dándoles en el gusto, el gobierno presentó una indicación para eliminar el umbral. El argumento del ministro Elizalde fue que la norma puede caer “en deslegitimidad rápida”, afirmando que si debido al umbral una persona con primera mayoría es reemplazada por alguien de 2, 3 o 4%, “eso va a generar un cuestionamiento social a la norma”.

Pero el punto es rebatible: ya “hay” experiencia política de que un candidato con más votos quede fuera, cuando el candidato arrastra a otro de su lista en un lugar inferior y el segundo más votado queda fuera. Hay “arrastrados” ¡con 0,2% de los votos! Además, es extraño que el oficialismo ponga como argumento lo difícil de aceptar que sería “meter la mano” en la urna. En el debate durante los procesos constitucionales (con sistema de listas, es cierto) esos fueron los mismos argumentos que emplearon quienes estaban contra la paridad, pero al progresismo no le pareció entonces que la hacía desaconsejable. Y aunque efectivamente hubo personas que quedaron fuera en razón de la paridad, nadie podría decir que fue por eso que los procesos no resultaron.

La reforma sigue su curso en el Senado, con umbral incluido, pero con un destino incierto en la Cámara, a esta altura un “hub” de los emprendimientos políticos personales y colectivos. Pero sacarla adelante es de la mayor importancia. Puede que no sea la bala de plata, pero es un paso adelante para enfrentar una caótica proliferación de candidatos y partidos que, mucho más que los quesos, hacen el país ciertamente ingobernable.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.