Columna de Paula Escobar: La hoguera de Lucía

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Lucía Dammert, socióloga, ex jefa de asesores del Segundo Piso de La Moneda. FOTO: OSCAR GUERRA/AGENCIAUNO


¿Sufren más las mujeres en política? ¿Las tratan peor? ¿Hay un doble estándar? ¿La crítica política deviene en juicio personal?

Claro que sí.

Una y otra vez, desgraciadamente, se verifica aquello, y también que aún falta mucho para tratar de igual modo a las mujeres que ejercen cargos de poder e influencia. Aunque tengamos un gabinete con mayoría de mujeres y un gobierno feminista, falta el cambio cultural que deje atrás -de una vez- la visión estereotipada sobre las mujeres, factor habilitante de la agresión que sufren en el ámbito público, que luego puede volverse hostilidad, odio, amenazas y violencia física.

El caso más reciente -y virulento- es el de la socióloga Lucía Dammert. “Me condenaron públicamente basados en un texto lleno de falsedades, y a todos ellos los hago responsables de las amenazas que he recibido por diversos medios”, dijo la socióloga, tras renunciar a su cargo como jefa de asesores del Segundo Piso. Más allá de los errores y aciertos de su gestión -que, como cualquier autoridad, está sometida al escrutinio público-, su caso ha tenido todos los ingredientes del machismo y la misoginia en política. Veamos. En primer lugar, apenas se sumó al comando del entonces candidato Boric aparecieron notas y fotos de ella hablando sobre su buena llegada con él. La cercanía con la persona asesorada no solo es algo positivo, sino requisito del cargo, ¿no? Pero aquello que podría ser virtud era enmarcado, más bien, como crítica, una escasamente camuflada, por lo demás. Cuando fue nombrada en el cargo de jefa de asesores -cargo relevante y hasta mítico, tanto por el rol como por el acceso al Presidente-, la cobertura siguió similares parámetros. La “doña” que “mandaba” en La Moneda… Luego vino el segundo cliché: el énfasis en sus supuestas peleas y rivalidades con otras mujeres del gabinete. ¡Como si los hombres en política no conocieran de rivalidades! Más allá de lo verídico o no de esos roces, la insistencia en la mala relación con otras mujeres poderosas es otro clásico de la mirada machista. Eso de plantear el conflicto como transgresión si es detentado por mujeres, así como el cliché del supuesto predominio de la “emocionalidad” femenina, de falta de disciplina interior, de rivalidad por la búsqueda de atención de una autoridad masculina.

Sabrosas anécdotas -siempre con fuentes en off- acerca de su última pelea o desencuentro se transformaron en contenido habitual, mucho más que su pensamiento o decisiones. E incluso cuando se citaban aciertos suyos -como haberle advertido al Presidente que nombrar a Nicolás Cataldo como subsecretario de Interior iba a levantar polvareda por sus tuits contra Carabineros-, se planteaban como críticas. Si los hechos fueron como lo consignó la prensa -y ella aconsejó no proceder con un nombramiento que dañó el cambio de gabinete-, cumplió con su deber… Pero no. El prisma era su derrota, el no haber sido escuchada.

Lo peor: el medio Interferencia publicó un reportaje en el que informaban que el FBI había solicitado el testimonio de Dammert en el marco de una investigación de narcotráfico en contra de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública de México durante el gobierno del Presidente Felipe Calderón (2006-2012) y quien fue detenido en 2019 por haber colaborado con el Cartel de Sinaloa.

Gravísima acusación que fue desmentida por el gobierno chileno, previa consulta formal al gobierno norteamericano. “El gobierno de Chile confirma que dicha información es falsa y que Lucía Dammert no ha sido citada a declarar en ninguna investigación o proceso judicial llevado a cabo en EE.UU.”, dijo el comunicado de la Presidencia de Chile.

Pero el daño ya estaba hecho, amplificado y viralizado. Una hoguera virtual a la que tantos -y tantas- irresponsablemente le fueron agregando palos. Troles, haters, pero también personas con nombre y apellido, incluida la exsubsecretaria de Prevención del Delito del gobierno anterior, Katherine Martorell. “El Presidente Gabriel Boric sí sabía que Lucía Dammert tenía que declarar ante el FBI, incluso antes de que este la nombrara jefa de Asesores”, dijo antes del desmentido de EE.UU.

Dammert informó esta semana que iniciará acciones legales por el enorme daño causado a su reputación y su honra. Más allá de cuánto y cómo prospere su caso en tribunales, hay una pregunta ética y política: ¿Por qué una mujer en el poder despierta esos odios y esas ganas desatadas de “disciplinarla”, de aplastarla? ¿Hasta cuándo se confunde la crítica política con el juzgamiento personal? Aquí está el problema. No sacamos nada con la acción afirmativa y los cargos paritarios si luego, una vez sentadas las mujeres en los cargos altos, la vara con que serán medidas será tan diferente, los riesgos tanto más altos. Y los costos tan devastadores. La hoguera de hoy fue para Lucía Dammert; mañana, los leños serán prendidos para cualquiera otra.

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