Columna de Paula Escobar: La obsesión experta

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15.02.2022 VOTACIONES EN EL PLENO DE LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE. FOTO : FRANCISCO PAREDES / LA TERCERA CONVENCION CONSTITUCIONAL - CONVENCIONALES CONSTITUYENTES - SEDE - EXCONGRESO - VISTA GENERAL - SALON PLENARIO


Fui de las que abogaron sobre las bondades de tener independientes en el proceso constitucional pasado. Me parecía que frente a la crisis de legitimidad de la política en Chile tras el estallido social, era importante que otras personas pudieran oxigenar el quehacer público, dándole mayor diversidad y vitalidad y, por cierto, legitimidad al texto constitucional.

Nunca hay que meter a todos en el mismo saco, y hubo quienes desde su independencia hicieron un responsable aporte a la Convención, así como hubo irresponsabilidad en miembros de partidos. Pero la proliferación de independientes, sin partidos, sin regulación, marcos ideológicos básicos -lo mínimo para garantizar cierta predictibilidad o coherencia en los votos-, fue uno de los factores que dificultaron el llegar a un texto que le hiciera sentido a la mayoría de la población. La sordera de la Convención, que no quiso escuchar las muchas alertas que se le dieron, también pasó por eso. La extinta Lista del Pueblo ya es un caso de estudio: tras el éxito en la elección de convencionales, tuvo un gran poder, pero terminó implosionando por dentro hasta niveles impensados: uno de sus más icónicos miembros, Rodrigo Rojas Vade, fue formalizado por estafa la semana pasada, tras haberle mentido a todo el país sobre su cáncer.

Todo esto lo traigo a colación porque ahora -como varias voces han advertido- las y los “expertos” se están transformando en la nueva obsesión de RN, Amarillos y otros, que han dejado el proceso en punto muerto en su defensa: serían la nueva “bala de plata” que garantizaría que todo aquello que funcionó mal en la Convención pasada, no volverá a pasar. Sin desmentir el hecho de que la experticia siempre es bienvenida, es peligroso volver a caer en la ilusión de que esas personas expertas serán per se almas prístinas y con altura de miras que harán que el nuevo proceso se parezca a una reunión de sabios y sabias en vez de un espacio de deliberación y negociación que, como tal, tendrá zonas de conflicto y de tensión. Más peligrosa aún es la idea de que como no son “conocidos”, deben ser designados a dedo por el Congreso, sin validación ciudadana. Una cosa es que asesoren y opinen, otra distinta es el mismo derecho a voto, sin haber pasado por proceso electoral alguno.

Es riesgoso volver a obnubilarse por la idea de que habrá quienes -fuera de los partidos, pero designados por ellos- “salven” el proceso y eviten -por su procedencia- caer en errores anteriores o incurrir en nuevos. Tal como los independientes, las personas expertas tienen mirada del mundo, postura política, historia y sesgos. Como todo ser humano.

Que este proceso eventualmente resulte va a depender de que exista una actitud más proclive al clima de entendimiento que al de la adversarialidad de parte de todo el espectro político. Como dijo el diputado Vlado Mirosevic: frente a un clima tan conflictivo y tóxico en el Congreso de hoy, ni Nelson Mandela lograría apaciguarlo. Nada es garantía de que un grupo designado de expertas y expertos anule ese riesgo.

Una Constitución es un pacto político, no una fórmula matemática: no hay experticia técnica que anule la posibilidad de la discrepancia sobre cómo debería hacerse el trabajo. Como ya hay 12 principios, y una comisión que los cautelará, y habiendo tantos insumos constitucionales sobre la mesa (el texto de la expresidenta Bachelet, el texto rechazado, etc.), son el buen criterio, la mirada del panorama general, la comprensión de lo que la ciudadanía demanda a un nivel profundo y la capacidad para llegar a acuerdos para sacar adelante una Constitución que permita un pacto social mayoritario lo que se necesita. Ello requiere personas que tengan legitimidad para estar sentados allí, buen criterio, tino y que no se enamoren de los medios (ni de sus ideas), sino de los fines que se persiguen. Personas que dejen su ego en la casa y que no caigan en la dinámica del “gran bazar”: si me das esto, te doy lo otro. Personas que escuchen y sean capaces de cambiar su posición inicial cuando surjan alternativas que les hagan sentido durante el proceso de deliberación. Y que entiendan que excluyendo a sectores -pasándole máquina- no se logrará sacar adelante la tarea. Ojalá que, además, tengan respeto por las formas republicanas y hayan practicado en su vida la hoy escasa amistad cívica.

Así como fue un error pensar que el solo hecho de incorporar independientes sería la gran salvación del trabajo constitucional, idealizar y poner en un podio a los expertos sería un error equivalente. Más aún si se está transformando en piedra de tope.

La antropóloga y premio nacional de Humanidades Sonia Montecino propone cambiar la metáfora de “la casa de todos” por la de “la mesa de todos”. Allí se conversa, se nutre, se discute, se acuerda.

Parafraseándola, bienvenida entonces la experticia, pero sobre todo la de quienes han sido capaces en su vida de sentarse en una misma mesa con personas que piensan y viven distinto, y han hecho de esa mesa un espacio común. A salir de la obsesión experta.

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