Columna de Paula Escobar: Una tela de araña progresista

Construccion Trabajadores

Si el progresismo no logra transmitir esa energía y capacidad constructora y creadora es difícil que conquiste y reconquiste mentes y corazones.



Resguardar fauna vertebrada e invertebrada nativa. Refugios para insectos, corredores biológicos. Fueron algunas de las observaciones que se hicieron, desde el Servicio de Evaluación Ambiental, al nuevo Instituto Nacional del Cáncer, en tramitación desde mediados del año pasado. De más está decir que ese nuevo hospital es fundamental para cumplir los tratamientos de pacientes oncológicos, muchos con rezago.

Es cierto que es necesario cautelar la protección ambiental o patrimonial cuando se evalúa un nuevo proyecto. Pero las indicaciones de la Seremi Metropolitana de Medio Ambiente -conocidas por una carta de Horizontal- revelan otra “cumbre” de la saga de la “permisología” en Chile.

La preocupación por los invertebrados arácnidos y sus refugios (versus los humanos con cáncer) se suma a otros capítulos similares. Dilaciones eternas -incluidas líneas de Metro- por hallazgos menores -una flecha, una tapa de bebida- o protección de fauna que no está en peligro. No parece haber cálculo alguno del costo-beneficio social del atraso o de cuáles son las prioridades. Y si bien la Seremi ha afirmado que estas observaciones no han atrasado el proyecto del hospital y que los jardines son importantes para los pacientes hospitalarios (lo que hace mucho sentido), habría que decir que el asunto es el de dónde está poniendo el foco y la energía. Y es que su respuesta airada frente a los cuestionamientos es sintomática y refleja una de las deficiencias y debilidades del progresismo: ser más proclives a parar cosas que a construirlas. A atrasar más que a impulsarlas. Ser mejores para poner requisitos más que ladrillos. Una mezcla entre exceso burocrático y baja energía, sumada a cierta dejadez, que parece no ponderar los bienes sociales en juego, y que pareciera no valorar la urgencia de construir: hospitales, escuelas, puentes, caminos y líneas de Metro, para todas las personas, pero especialmente para las de menores recursos económicos, que debiera ser su electorado prioritario.

Esto es un debate global para el progresismo. “Nos hicimos tan buenos en parar proyectos, que olvidamos cómo construir cosas en Estados Unidos”, dijo al New Yorker John Podesta, icónico estratega demócrata, exjefe de gabinete de Clinton y asesor de Obama y Biden. Y así lo diagnostica también el libro Abundance, de Ezra Klein y Derek Thompson. Buscando respuestas a la derrota del Partido Demócrata frente a Trump, concluyen que una fundamental es justamente la enorme dificultad para construir. “Se ha vuelto demasiado difícil construir y demasiado caro vivir en los lugares donde gobiernan los demócratas. Es demasiado difícil construir casas. Es demasiado difícil construir energía limpia. Es demasiado difícil construir transporte público. El problema no es técnico: sabemos cómo construir complejos de apartamentos y paneles solares y líneas de tren. El problema son las normas, las leyes y las culturas políticas que rigen la construcción en muchos estados azules”, asegura Klein.

En Chile, además de los retrasos o distracciones “permisológicas” (como los invertebrados de esta semana), el caso más severo de déficit de este tipo sucedió con la reconstrucción del megaincendio en la Quinta Región, que dejó a su paso 137 fallecidos y 3.047 viviendas afectadas. Una ejecución vergonzosa: 53 casas construidas en un año. ¿Cómo puede el progresismo ser tan malo para construir viviendas para familias que quedaron en la calle? ¿Cómo puede no haber rendición de cuentas por etapas? Las explicaciones parecían el juego del compra-huevo: fue culpa de este; no, de este otro; no, del de allá… ¡pero el Ejecutivo se llama así porque ejecuta!

El libro de Klein y Thompson cita un ejemplo notable de un demócrata que se atrevió a desafiar este marasmo, Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania.

Un camión cisterna se estrelló bajo una autopista clave, por la que circulan 160.000 autos diariamente, matando al conductor y provocando el derrumbe. Se calculaba que tomaría meses reparar la autopista, lo que habría implicado caos vial, atrasos, la ciudad desestabilizada. Shapiro decidió que no podía ser así. Declaró este accidente como una emergencia, lo que le permitió saltarse la burocracia. Le puso energía, método y mucha urgencia, y en terreno. Puso una cámara frente a la construcción, que mostraba al público cómo iba la obra en tiempo real. Hizo TikToks para mostrar el progreso. Él mismo hizo el balance cada noche. Y lo logró: en 12 días se reconstruyó y el tráfico se reanudó. Shapiro ganó una enorme victoria política.

Si el progresismo no logra transmitir esa energía y capacidad constructora y creadora es difícil que conquiste y reconquiste mentes y corazones. Porque por proteger con tanta pasión helechos e invertebrados, se ha metido en una tela de araña que provoca rechazo y desafección. Especialmente de quienes quisieran que, antes que pensar en los jardines del hospital y sus insectos, el gobierno gaste su mayor energía en preocuparse de que haya un hospital, en primer lugar.

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