Columna de Paula Walker: ¿Cómo comunicar la reforma previsional?

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Recuerdo un viaje a Copiapó, cuando se entregaban las primeras pensiones de la reforma realizada por la Presidenta Bachelet en 2008. Una señora contó en qué se gastaría una parte de su primera pensión, después de trabajar por 40 años: “Presidenta, me voy a comprar unas calugas y me iré al cine por primera vez con entradas compradas con mi plata”. Esta reforma se convirtió en una piedra angular de lo que se conoció como el sistema de protección social. Se implementó así la reforma más profunda -hasta ese momento- al sistema privado de pensiones, creado en 1980, y conocido como las AFP. Luego, el Presidente Piñera, en 2021, reemplazaría el pilar solidario por la Pensión Garantizada Universal (PGU) que profundiza el aporte estatal para mejorar las pensiones de personas con menores recursos.

Desde que el gobierno del Presidente Boric presentó su reforma previsional, hace unas semanas, comenzó la batalla campal para ganar la atención y la voluntad de la opinión pública, tan esquiva y cambiante. Y como bien documentó en su libro de 2010 el economista Alberto Arenas, “Historia de la Reforma Previsional Chilena: Una Experiencia Exitosa de Política Pública en Democracia”, la tarea no será fácil, pues hay que enfrentar “no solo el lobby de los grupos económicos que manejan los ahorros previsionales, sino también la presión de las distintas corrientes políticas, que sacaron a relucir sus prejuicios ideológicos y temores”. Aunque han pasado 12 años, y entre medio una pandemia que dejó al mundo más empobrecido con una crisis económica en desarrollo y un estallido social silenciado pero latente, vuelven a repetir el libreto como si los años pasaran en vano.

El miedo y la desinformación son armas que se usan en estas disputas ideológicas, cuyo telón de fondo es la paciencia, incredulidad e indignación de millones de personas que aspiran a tener certezas para cuando les toque vivir la vejez. La industria de las AFP teme perder un negocio que ha sido más que lucrativo por 42 años, sin alternativa de ningún tipo, excepto para las Fuerzas Armadas que se pensionan muy bien, pero lo hacen fuera del sistema privado, con uno de reparto con el 97% aportado por el Estado. Para defender el sistema, todas las campañas serán válidas. Por eso que la mejor comunicación para la actual reforma no es técnica sino política y emocional. Los tecnicismos no van a convencer a las personas. La industria los utiliza poco, pues prefieren apelar a emociones básicas: la propiedad de los fondos, la idea de heredar y la amenaza de un Estado que querrá expropiar los fondos, lo cual aún asusta a algunas personas sobre ideologizadas.

Son tiempos muy difíciles para hacer comunicación, pero no imposibles. Ministros y ministras en matinales con ejemplos reales de futuras pensiones, historias y lenguaje fácil ayudan. Se trata de hablar de bienes públicos que financiaremos entre todos: cómo solventar una vejez digna, cuando a cada uno le toque envejecer. Eso no se cambia de la noche a la mañana. Hay que salir de las redes sociales como canal único.

Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach

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