Columna de Paula Walker: El entierro de la Constitución del 80
El Presidente Boric es hábil políticamente y entiende su rol y el de su gobierno en este momento histórico de Chile.
Se sabe que es una persona que lee bastante, que escucha y pregunta harto, esto último una buena señal. Según trascendidos de prensa, el Mandatario y el comité político tuvieron acceso a estudios que daban cuenta que el Apruebo no estaría gozando de mucha salud. Si bien faltan varios días para el plebiscito obligatorio, el Rechazo ha aumentado más de lo que se imaginaban en La Moneda. Así las cosas, el Presidente se pronunció en un matinal cuando preguntaron qué pasaría si ganaba el Rechazo: “vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más, donde va a tener que discutirse todo de nuevo a partir de cero… tiene que haber un nuevo proceso constituyente”, dijo.
Desde ese momento, las piezas del rompecabezas se han ajustado y se ven más claras. ¿Fue su intervención una clase constitucional? Esa respuesta se la podemos dejar a las y los abogados constitucionalistas que usan los diarios para argumentar sus análisis. Lo que el Presidente hizo fue un acto político que le permitió retomar agenda y enviar un mensaje claro: la Constitución pinochetista se va a enterrar. Gane el Apruebo o el Rechazo, el futuro inmediato no será con un arreglo de bigotes y un par de ajustes al texto del 80 y luego todos felices. El Presidente Boric se encargó de elevar el precio del Rechazo: si eso ocurre, el país deberá partir de nuevo, las veces que sea necesario, pues desde el gobierno se respetará la voluntad del soberano. Él tiene como respaldo el categórico resultado del plebiscito, donde un 80% se inclinó por cambiar la Constitución. Conspicuos representantes de la derecha admiten que votaron Apruebo. Si el texto actual no gusta, por las razones que sean, habrá que comenzar de nuevo. Hasta lograr una nueva Constitución.
Las y los líderes políticos deben tener un plan y un diseño cuando ejercen sus cargos. Deben ser capaces de cambiar y hasta de improvisar cuando la realidad se pone chúcara. Eso hizo el Presidente: no tomó palco, no inventó una cuña ininteligible, no le pasó la pelota a la vocera ni se escudó en la Contraloría. Habitó el cargo y dio una opinión política para orientar el debate. De paso sacó al pizarrón a la derecha que ha tardado varios días en articular una propuesta. No nos olvidemos que con mucha “pachorra” el exministro de Interior del gobierno del Presidente Piñera decía frente a un grupo de empresarios que ellos no estaban por cambiar la Constitución y, por el contrario, guardarían ese proyecto en el cajón.
Por el momento está claro que la Constitución del 80 no tiene espacio en el Chile de hoy. También quedó claro que la paridad es un mínimo civilizatorio, que no se puede pensar en una democracia moderna sin la participación activa y efectiva de las mujeres. Se suma que los pueblos originarios deben tener una representación y voz política en los espacios donde se define el presente y el futuro del país. Así vamos, las miradas también estarán puestas en el Parlamento y sus movimientos.
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