Columna de Paula Walker: Expectativas rotas

monsalve
Expectativas rotas.


La forma y el fondo. Decir algo y luego hacer lo mismo que digo. Ser coherente entre las palabras y las acciones. Ese es el test más elemental para medir la credibilidad de cualquier liderazgo, y con mayor razón es lo que nos lleva a confiar en los líderes políticos. En el caso Monsalve, el gobierno aún no ha pasado la prueba de la coherencia y por eso -políticamente- es tan complejo lo que ha sucedido.

Es seguro que los asesores del Presidente le deben haber propuesto cosas como “sacar el caso Monsalve de La Moneda” o “en la gira presidencial no referirse a temas locales” o “es Monsalve quien tiene que dar explicaciones y no el Presidente ni la ministra del Interior”. Todos esos consejos son malos consejos por la simple razón de que los protagonistas y la protagonista habitan el corazón de La Moneda, y ya sabemos que las primeras decisiones no fueron las mejores. Al menos hay tres equipos de asesores que no comprendieron la magnitud del problema que tenían enfrente: el equipo asesor de la ministra de Interior, de Manuel Monsalve y del Presidente.

No hay posibilidad de sacar las críticas fuera de La Moneda, pues ha sido el propio Presidente quien determinó el diseño para enfrentar la crisis que se desató. Cuando él tuvo que decidir con quién hablaba, cómo organizaba a su gobierno para responder, qué secuencia de hechos iba a desplegar a partir de ese momento, lo conversó solo con aquellos que piensan igual que él. El Presidente no amplió el equipo de crisis y no convocó a la ministra de Interior a la mesa de trabajo. Aunque el Presidente se sacuda mil veces, este episodio lo acompañará en su vida política por mucho tiempo.

Cuando el Presidente Boric fue electo, un sentimiento de esperanza cruzó a muchas de las personas que lo votaron. Una esperanza basada en la promesa de hacer las cosas de manera diferente, de poner el foco en cuestiones olvidadas y darle espacio político a quienes históricamente lo habían tenido en menor medida. El grupo de apoyo de las mujeres pasó a ser muy relevante. Señales como su programa de gobierno, su forma de vestir, la renuncia a usar corbata para no parecerse a los viejos hombres apegados al poder, integrar a la ministra de la Mujer al comité político, incluir en los gabinetes ministeriales a encargadas de género, entre otros avances, fueron esculpiendo lentamente, pero de manera concreta, cuál era la promesa para gobernarnos.

Y entonces las expectativas se dispararon. Era posible una nueva forma de hacer política y estar en el poder. Esta nueva generación sabría cómo enfrentar los problemas o, al menos, no abandonaría sus creencias más profundas, justamente aquellas que los distinguían. El caso Monsalve rompe con algunas de esas expectativas porque ha pesado más la forma que el fondo. ¿Cuál era el fondo en esta crisis? ¿Qué era lo primero a proteger? ¿Qué equipo diseñaba la forma de actuar? ¿Cuántos escenarios vieron? Preguntas que probablemente iremos respondiendo con el tiempo. Por mientras, algunas expectativas están rotas.

Por Paula Walker, profesora Magíster de Políticas Públicas, Universidad de Chile