Columna de Paula Walker: Intensamente... la política



La película “Intensamente 2″ ha sido un estreno millonario para los estudios Pixar. Ha recaudado -desde el pasado 14 de junio- mil millones de dólares a nivel global. Del director Kelsey Mann, la historia explora las emociones en la vida de una niña de 13 años, Riley Andersen, la misma protagonista que conocimos en 2015 cuando debutó la película con 5 emociones estructurales: alegría, tristeza, furia, temor y desagrado. Esta secuela agrega otras emociones más complejas que aparecen en la pubertad: ansiedad, envidia, “ennui” (término francés que se traduce como aburrimiento) y vergüenza.

En una hora y 36 minutos nos asomamos al apasionante mundo de las emociones y muestra la potencialidad y la dificultad que tenemos para vivirlas, conocerlas, aceptarlas, ordenarlas, reprimirlas. El personaje de alegría lidera y toma decisiones desde el optimismo: “al mal tiempo buena cara”, como dice el refrán. Ella busca mantenerse alegre a pesar de las circunstancias. Para que su alegría sea equilibrada, su compañera preferida es la tristeza, modulando una forma de vivir que convive con otras emociones, le construye la identidad a la protagonista pues permite que integre sus buenos y malos momentos. Muestra muy bien como cuesta crecer.

Intensamente 2 narra hábilmente ese momento fulminante donde se transita a la adolescencia y cunde la confusión: la ansiedad hace dudar, la tentación de abandonar la identidad para que otros te quieran, cambiar creencias para que nos acepten, aunque eso implique romper con “el ser tú mismo” que construiste en la infancia. Ennui es un personaje sofisticado que encarna el aburrimiento y está todo el tiempo mirando el teléfono celular (lo mira tanto que tiene su cabeza chueca). No habla, más bien balbucea. Siempre está en un sillón, de mala gana, pero atenta.

Hoy por hoy la política chilena parece habitada por un grupo de hombres y mujeres tipo adolescentes que no saben bien como aquietar y ordenar sus emociones. Pertenecen a todo el espectro político. Tal como en la película, hay un exceso de ansiedad y salen corriendo detrás de una declaración, aunque sea totalmente irrelevante y sepan que está sacada de contexto; o cambian sus votaciones porque la galería de Twitter los presiona; o habitan ropas ideológicas según la estación del año para tener algún cupo en alguna ciudad. Actúan con apatía frente al dolor y el sufrimiento de las personas, aparentan que les importan, pero abandonan una causa en cuanto se pone cuesta arriba. Envidiosos cuando el adversario tiene una mejor idea.

Merecemos tener representantes políticos que se comporten como adultos, con sus emociones más armonizadas, capaces de reconocerlas y darles un compás que no ponga en peligro lo que somos, lo que hemos construido y lo que seguirá pasando una vez que ya no estén en cargos de elección popular. Ojalá en las próximas elecciones puedan “reprogramar el panel” (los que vean la película podrán entender la metáfora).

Por Paula Walker, profesora Magíster Políticas Públicas, Universidad de Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.