Columna de Paula Walker: La campaña de TV
El profesor Rodrigo Uribe, junto a tres investigadores, estudiaron las características y tendencias del consumo de la franja electoral en Chile entre 1999 y 2017. Si bien sabemos que el mundo ha cambiado harto en estos seis años, sus resultados nos dan pistas para analizar lo que está pasando con la actual propaganda televisiva y las opciones “En contra” y “A favor”. El equipo concluyó que entonces la franja tenía buenos niveles de audiencia e incluso de fidelidad: la gente permanecía largos minutos viéndola y era fuente de información. Sin embargo, ya aparecían signos de desgaste, entre otros, apagar la TV al inicio y una fuerte caída entre personas jóvenes (18 y 24 años), aquellas de segmentos más pudientes y entre quienes tenían TV de pago.
La franja de hoy nos pilla enojados, asustados y con la esperanza un poco marchita. Llevamos dos procesos constituyentes que nos han tensionado y obligado a tomar posiciones que se han vuelto antagónicas. La idea de una conversación en torno a los temas que Chile necesitaba cambiar se fue diluyendo desde la propuesta de la Presidenta Bachelet, pasando por los dos últimos procesos hegemonizados por las mayorías circunstanciales de 2021 y 2023. Lo que menos hicimos fue conversar y entender que la política es el lugar de los acuerdos. En las franjas -de un lado y otro- se usan frases breves, abstractas, no explican nada de la Constitución y no informan sobre el texto.
Ya sabemos que las personas -en su gran mayoría- son irracionales a la hora de votar. Varios estudios han mostrado que elegimos (consumimos) movilizados por nuestras creencias, sesgos, experiencia de vida, aquello que comprendemos, lo que nuestro instinto nos dice, lo que más “me gusta” o, simplemente, lo que me parece menos malo. La política en redes sociales estruja sus estrategias según la manera cómo tomamos decisiones. Las personas perciben a las redes como medios de comunicación y le asignan un nivel de veracidad que no tienen. Mientras la TV abierta está disputando ser el medio de comunicación para informar masivamente, apostando a sus equipos de prensa, línea editorial y responsabilidad al emitir noticias basadas en hechos que realmente ocurrieron.
En medio de este contexto, ambas franjas salen a vender un producto que no es. Utilizan el miedo como el sentimiento que moviliza: muestran el metro quemado, como si la Constitución pudiera evitar incendios en bienes públicos; muestran al Presidente bailando, como si no le importara Chile; prometen que la Constitución evitará que el precio de las verduras suba, o que nadie espere en las filas para ser atendido en la salud; otro dice que no quiere que le roben los fondos de pensión y aseguran que la Constitución terminará con los pitutos en el gobierno (todos los gobiernos tienen apitutados, de uno y otro lado).
Si alguien quiere saber genuinamente qué propone la nueva Constitución no encontrará en la franja de TV una buena explicación. Encontrará un ejercicio estético lleno de mensajes dispares, mas parecido a una campaña presidencial. Esta franja no ha sido un espacio de información sobre qué Constitución vamos a votar para convivir mejor y de manera diversa.
Por Paula Walker, profesora Magíster Políticas Públicas, Universidad de Chile
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