Columna de Paula Walker: La mujer que denuncia

Manuel Monsalve fue denunciado por violación.
Foto: Jonnathan Oyarzún / Aton Chile.


La mujer que denuncia hechos de abuso sexual es valiente y solidaria. Solidaria con las víctimas que no se atrevieron en el pasado a denunciar y con aquellas que no se atreverán en el futuro. Es una mujer que sufre mucho dado el machismo presente en el sistema, en los medios de comunicación, en los partidos y en el mismo gobierno. La mujer que denuncia lo hace con la ilusión de que su gobierno (autoproclamado feminista) no solo comprenderá mejor las cosas, sino que podrá sentirse más protegida y acogida como la víctima que es.

¿Pero qué fue lo que encontró la mujer que denunció a Manuel Monsalve en las acciones del gobierno por el que votó? Ella confirmó una vez más que correr el velo de un poderoso tiene costos insospechados. No le creyeron con toda la fuerza que el gobierno decía tener con las víctimas de agresiones sexuales. Se dio cuenta que, cuando lo contó a sus compañeros de trabajo, también hubo incredulidad. Confirmó que mientras ella debía esconderse, el subsecretario usaba su poder para iniciar informes de inteligencia de la PDI, revisar cámaras de seguridad, hablaba más de una vez con el Presidente, tenía tiempo para viajar (en avión institucional) y renunciar desde La Moneda cuando un diario publicó la denuncia y precipitó su salida.

¿Qué vemos las otras mujeres en este caso? Observamos un gobierno errático, paralizado, tartamudo, rabioso, enojado con la prensa, con respuestas ensayadas pero imposibles de convencer. Escuchamos explicaciones burocráticas de la ministra del Interior, preocupada por el impacto en los funcionarios de la Subsecretaría, o cómo seguir con la discusión parlamentaria o quién lo iba a reemplazar. Hemos visto al Presidente dar vueltas y vueltas porque no termina de creer en la víctima, dice que es “una supuesta víctima”, pues le han disparado a su regalón, al otro hombre fuerte del gobierno, y él no termina de reponerse del golpe.

¿Dónde quedó entonces la transformación cultural, la deconstrucción, el feminismo, el lenguaje inclusivo de la clase política que gobierna si frente al caso más explícito de dolor, humillación y abuso de poder el silencio cunde entre sus filas? ¿Qué dicen las ministras? ¿Las asociaciones de funcionarias y funcionarios? ¿Qué dicen las parlamentarias, los parlamentarios? ¿Y las militantes del Partido Socialista, también autoproclamado feminista?

Las personas votamos por fuerzas políticas cuyas acciones nos hacen creer que la realidad se transformará. Denunciar los abusos, proteger a las mujeres y niñas, dictar leyes que erradiquen el histórico abuso de poder son razones poderosas para muchas de nosotras. Pero lo que hemos visto frente al caso Monsalve, ha sido más de lo mismo. Una amiga me escribía: “sin duda yo le creo a ella, lo demás, es lo demás…”. Ojalá el gobierno se hubiera adueñado con firmeza de lo que declaraba y le hubiera creído a la víctima de inmediato. Sin vacilaciones. Todo lo demás se habría ordenado de inmediato. Pero las cosas siguen donde mismo.

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