Columna de Paula Walker: Machismo, clasismo, edadismo y desprolijidad
Un senador de la UDI, conocido por su admiración al general Pinochet y por sus complicaciones con la justicia por el caso Penta (boletas ideológicamente falsas relacionadas al financiamiento de su campaña), realizó declaraciones machistas contra la vocera de gobierno: “mientras más habla la vocera de la mentira, que es la señora Vallejo, más complica las cosas”. Luego amenazó al gobierno: “lo estamos diciendo bien en serio, no es una pataleta. Si esta va a ser la relación no esperen acuerdos, ni legislativos ni tampoco constitucionales”. Lo anterior detonado porque la ministra llamó al Senado a “respetar la decisión del Presidente… así operan las democracias… cada uno con sus facultades y sus herramientas y atribuciones constitucionales”. ¿Cuál decisión desató la rabia? La que ha tomado el Presidente Boric de no ratificar aún el tratado internacional conocido como TPP-11, a pesar del voto favorable del Senado. El Presidente quiere esperar, y políticamente ha decidido ver si con la estrategia de Cancillería logra sus objetivos. Nada fuera de lo normal.
Cuando el desprolijo embajador en España, Javier Velasco, criticó los 30 años de la Concertación (“30 años de políticas que profundizaron la desigualdad”) recibió una paliza de críticas: le llamaron ignorante, dijeron que criticaba más esos años que a la dictadura de Pinochet, le reiteraron la idea de que se cree moralmente superior. Luego, cada vez que publica una foto, desafiando la prudencia del cargo sube a redes sociales algún gustito junto a su pareja: un buen plato de comida o unas piernas no muy diplomáticas en el auto oficial. El gobierno lo llamó al orden, él se disculpó. Y deslizó la siguiente reflexión: “quienes provenimos de familias humildes y hemos logrado alcanzar otros espacios como el que yo estoy ocupando en este momento, sabemos perfectamente que Chile ha crecido inmensamente en los últimos 30 años”. Fue la rendición total frente a los protagonistas de los 30 años, pero también el dardo envenenado para desenmascarar una parte del problema que lo tiene en el ojo del huracán: su origen, ser joven y no venir de la elite política.
La discriminación por edad, que se conoce como edadismo, ocurre de lado y lado. El gobierno ancla su fortaleza en que son jóvenes y que incluso tienen una escala de valores distinta a sus antecesores. La clase política aludida esgrime que estamos frente a un gobierno “en práctica” por su edad. Algunos lo dicen en público, todos lo ratifican en privado. Que no tienen experiencia, que no conocen el Estado, que no se dejan ayudar. El gobierno abona estas críticas: actúa con desprolijidad, abre flancos, no tiene un diseño pensando en el país sino en sus seguidores, sucumbe a los eslóganes y no se aprecian acciones innovadoras como su sello. A la juventud del Presidente, reconocida internacionalmente, se suma el entusiasmo y el empeño de ministras y ministros que tienen ganas de desafiar lo que se hacía antes y tener un sello propio. La clave es hacerlo prolijamente, y cautelar que así suceda.
Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.