Columna de Paula Walker: Un pololo, una diputada, un seremi y una fundación
El poder arrasa con ciertas personas, aunque muchos crean que es con todos, dado su efecto corrosivo y desequilibrante. El poder inyecta energía y la persona poderosa no se cansa, no duerme, contesta todo, se concibe como un ser extraordinariamente preparado. No tiene dudas, solo certezas y respuestas rápidas y seguras. El poder súbitamente llena de amigos y amigas, ocurren cambios de estilo, de casa, de auto, de forma de vestir; cambia la manera de hablar, la marca de los vinos, hasta los zapatos. La prensa rodea al poder y demanda sus opiniones. El dinero no alcanza a pagar los gustos y buenas maneras que el poder demanda.
El caso de la diputada de Revolución Democrática Catalina Pérez puede tener mucho de borrachera de poder. Según su biografía, publicada por la Biblioteca del Congreso, nació en Suecia, donde sus padres vivían el exilio. Regresó a los 4 años, estudió entre Antofagasta e Iquique. Trabajó como vendedora y empaquetadora en un supermercado. Estudió derecho y fue ayudante en dos cátedras. En 2017 creó una fundación para el adulto mayor y ese año resultó electa como diputada por el tercer distrito de Antofagasta. En 2021 fue reelecta y en paralelo su generación llegaba a La Moneda en una carrera meteórica.
El escándalo que la rodea tiene de protagonistas a su pololo (ex dirigente estudiantil de la Universidad de Chile), que era representante legal de una fundación creada en 2022 por otros amigos del mismo partido, Revolución Democrática (RD), que a poco andar le adjudicó 426 millones de pesos gracias a la decisión del seremi de Vivienda (RD), Carlos Andrade, que fue jefe de gabinete de la actual diputada RD.
¿Cuál es el problema de fondo? Obviamente, no es solo legal. La investigación establecerá responsabilidades, pero está claro que el proceso de adjudicación de esos fondos no representa la nueva escala de valores ni la nueva forma de hacer política, y menos esa actuación ética que muchos queremos encontrar en la clase política de manera transversal. Revolución Democrática redactó un comunicado y pidió la expulsión del pololo y del seremi. Declaró que hacen esfuerzos por prevenir y detectar actos de corrupción, porque quieren elevar el estándar de la función pública, y agregó que quienes son funcionarios públicos, tanto en su vida profesional, personal o política, no deben cometer faltas a la ética.
Gracias a un medio periodístico de Antofagasta (Timeline) supimos la historia de la diputada, el pololo, el seremi y la fundación. No fueron mecanismos internos del partido, ni del gobierno, sino una denuncia anónima. Se le ha llamado error político, falta de criterio, descoordinación. El lenguaje político para estas cosas puede hacer verdaderas piruetas para no usar palabras que esta generación creía solo representaban prácticas de la generación anterior, que gobernó Chile los últimos 30 años. Pero el poder corrompe sin distinción, disfraza las cosas y suele mover los hilos para que todo quede en silencio. Veamos cómo sigue esta historia.
Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.