Columna de Pedro Pellegrini: De las Corbatas y Zapatos … ¿leseras?
"La nostalgia por la formalidad en el comportamiento de los altos cargos de nuestro país no es ser conservador ni retrógrado, es respetar la imagen de nuestra tradiciones, de nuestras instituciones y de nuestro Chile, tanto frente a la sociedad civil como a los demás países."
En los años 60 era “cool” mostrase hippy. Serlo reflejaba un rechazo a lo establecido, a las instituciones y, en general a las normas y reglas de una sociedad a la que se le definía como pacata, formal y conservadora. Fueron personas audaces para su época, porque buscaban una verdadera revolución cultural de post-guerra, basada en el nirvana del amor y la paz. Su movimiento no prosperó y pasó de moda.
Lo que nunca ha pasado de moda es cumplir con las mínimas normas de educación, de cuidado en el vestir y del respeto a la diplomacia. Querámoslo o no, la educación es importante, en especial en nuestra relación con los demás. Saludar, decir por favor y gracias, llegar bien vestido a un matrimonio o a un funeral, son normas de urbanidad y una forma voluntaria de mostrar respeto y aprecio hacia los demás.
En la política y en las relaciones internacionales pasa lo mismo. Lamentablemente, en el ambiente político en Chile pareciera que la informalidad llegó para quedarse, influida -me imagino- por una filosofía tipo “gramsciana”, que también lleva a quebrar las normas de cómo comportarse dependiendo de la ocasión. En esto, su principal exponente es nada menos que nuestro actual presidente que, intencionalmente, parece haber dejado de lado la solemnidad del cargo y la importancia de cuidar de las formas.
En mi opinión, cada vez es más patente que detrás de su apariencia algo intelectual, algo revolucionaria, algo bonachona, que bien podría ser una mezcla entre un personaje de Big-Bang-Theory, el Ché y Gandhi, existe un político que demuestra decisiones tanto “conscientes” como “consientes”, que rechazan las normas básicas de comportamiento a pesar de ocupar el primer cargo de nuestro país. Esto lo refleja en su actitud, en su apariencia y en sus frases, que buscan de una manera “cool” terminar con lo establecido y con todo lo formal, incluyendo las buenas maneras.
Ejemplos hay por montones, pero destaco los recientes. Respecto de la actitud, su ofensiva conducta realizada en contra Israel, al deshonrar a su diplomático. Respecto a su apariencia, los errores en el vestir, tales como la camisa afuera del pantalón, la camiseta a la vista o el colmo de los zapatos rotos. Y, respecto de sus frases, la arrogante cita al mismo filósofo marxista italiano diciendo que “ser un adelantado a tu época, es una forma elegante de estar equivocado” o, después de la tradicional parada militar, decir que es un acto de subordinación del poder de las Fuerzas Armadas a la sociedad civil.
La nostalgia por la formalidad en el comportamiento de los altos cargos de nuestro país no es ser conservador ni retrógrado, es respetar la imagen de nuestra tradiciones, de nuestras instituciones y de nuestro Chile, tanto frente a la sociedad civil como a los demás países. La diplomacia existe por lo mismo, y es un verdadero arte el cuidar los intereses e imagen de nuestro Estado (que es más que un gobierno pasajero), frente a la comunidad internacional. Por eso, en ese ámbito, se han desarrollado diversos códigos de cortesía que permiten que las relaciones internacionales se desplieguen de manera honrosa, respetuosa y pacífica.
Si bien se entiende que parecer informal sea útil para mostrarse como un tipo buena onda, no se debe olvidar tampoco el viejo dicho que reza “zapatos y corbatas son las ropas que delatan”. Sinceramente espero que el Presidente Boric entienda que desde el momento que ocupa ese cargo está representando a todo un país y, por eso, no será nunca una lesera cuidar de las formas y la solemnidad.
* El autor es abogado y director de empresas.