Columna de Rafael Romero Meza: Mirada a corto y largo plazo

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Cuando hablamos de productividad, parece que la receta es simple y fácil de implementar: “Aumentemos la cantidad producida con los recursos que ya estamos utilizando”. Sin embargo, esto se vuelve difícil de aplicar cuando nos enfrentamos a situaciones del mundo real y debemos adaptarnos a un entorno cambiante.

Teniendo en mente el concepto de productividad, previamente definido, es importante distinguir entre dos situaciones clave. Primero, la productividad a corto plazo. ¿Cómo podemos generar impactos inmediatos con cambios simples, pero que nos permitan observar resultados rápidamente? En segundo lugar, ¿cómo abordamos lo que realmente es significativo en las organizaciones y en la economía en su conjunto? Esto implica realizar cambios que, aunque puedan demorar en mostrar resultados, logren que los factores productivos sean más efectivos a largo plazo.

Buscar cambios automáticos o soluciones mágicas es complicado. Es probable que ya hayamos recorrido el camino en busca de la fórmula que nos permita aumentar la capacidad de producción sin cambiar significativamente los recursos disponibles. Hemos optimizado nuestras organizaciones internas, puesto a los trabajadores más productivos en los mejores puestos, y si no lo hemos hecho, probablemente los efectos serán marginales.

Sin embargo, si nos enfocamos en el largo plazo, debemos cambiar la forma en que nos organizamos y, especialmente, la capacidad de cada trabajador para contribuir. ¿Cómo lograrlo? A través de la capacitación, que debe ir más allá de los cursos y seminarios tradicionales. Es necesario crear organizaciones capaces de aprender y transmitir ese conocimiento a las nuevas generaciones. Este proceso no es rápido, ni inmediato, y sus efectos no son visibles de forma inmediata. No obstante, es el camino a seguir para mejorar la productividad a mediano y largo plazo.

Es fundamental también considerar que existen factores que actúan como barreras para aumentar la productividad. Un sistema impositivo mal diseñado o enfocado puede generar desalineaciones entre los factores productivos. No voy a opinar sobre la calidad del sistema tributario, pero creo que también hay elementos que deben corregirse en este aspecto.

Otro factor que puede obstaculizar la productividad es la burocracia. Hoy en día, se habla mucho de la “permisología”, refiriéndose a las dificultades que enfrentan los nuevos emprendimientos, especialmente aquellos de gran impacto, para ponerse en marcha. Mejorar nuestra capacidad para aprobar y rechazar proyectos de manera eficiente contribuiría al aumento de la producción en el mediano plazo.

También, los ajustes recientes en el salario mínimo y la reducción de la jornada laboral podrían tener un impacto en la productividad. Sin embargo, este impacto no debería ser negativo si se acompaña de medidas que fomenten la reinversión y motiven a las personas a optimizar sus proyectos para obtener mayores rendimientos.

Finalmente, debemos preguntarnos por qué, desde mediados de los 80 hasta los 90, experimentamos un aumento sostenido de la productividad. ¿Qué tenía la economía de esa época que hoy no tenemos? ¿Cómo podemos recuperar esa motivación por crecer y avanzar?

Este proceso también depende de un cambio en el estado de ánimo, algo que actualmente no observamos, y que, lamentablemente, no parece ser apoyado por las autoridades encargadas de fomentar un ambiente de confianza que impulse la inversión y la mejora de los procesos.

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