Columna de Rafael Sousa: Ganaron los moderados. ¿Ganó la moderación?
Las recientes elecciones dejaron varias conclusiones. Entre las más relevantes están la persistencia de la alta participación desde que se implementó el voto obligatorio, el regreso a los viejos equilibrios con nuevos actores, la alta fragmentación y número de autoridades independientes (¿es posible un buen proceso de descentralización en estas condiciones?), la alta probabilidad de que la izquierda siga electoralmente unida (no mucho más) y Chile Vamos con Republicanos como aliados por omisión o en segundas vueltas, y el carácter efectivamente local de estas elecciones (sólo hubiéramos podido pensar en un plebiscito al gobierno si Francisco Orrego hubiera ganado la Región Metropolitana). También ha circulado otra conclusión que merece mayor atención por su alcance: la idea de que ganó la moderación.
Si comparamos el resultado de la elección con la expectativa que existía sobre el desempeño de los candidatos en los bordes de nuestro espectro político, efectivamente estos lograron menos de lo esperado. Si usamos a los incumbentes como referente, la conclusión es menos evidente, pero en algunas comunas y regiones emblemáticas sí perdieron aquellos en los extremos ideológicos o retóricos. Santiago y la Región Metropolitana son un buen ejemplo. Así, el triunfo de la moderación parece quedar suficientemente demostrado. Sin embargo, esta conclusión es apresurada.
El electorado tendió a elegir candidatos moderados, pero esto no significa que necesariamente haya triunfado la moderación, ni como estrategia ni menos como virtud moral de la política. Tampoco que el voto obligatorio sea moderador por naturaleza, como lo demostró la elección de consejeros constitucionales de 2023 en que arrasó Republicanos. Lo que aparenta ser un triunfo de la moderación -la performance bajo la expectativa de los extremos- probablemente está explicado en buena parte por el auge del voto negativo. Muchos de los ganadores de 2020 trabajaron más para refundar el país desde sus gobiernos locales que para administrarlos y, la relativa normalización de los tiempos, los dejó expuestos a la impugnación. Republicanos fue también una víctima de esto. El rechazo a su propuesta constitucional dejó la sensación de que tuvieron su oportunidad y decepcionaron, por lo que el voto negativo seguramente tuvo en ellos un efecto. También fue una elección en que se premió la trayectoria de servicio, en este caso a nivel comunal o regional, revalorizada en el contexto de un gobierno criticado por carecer de esta. La dura derrota de Hoffmann es un ejemplo. También, nuevamente, lo es la de Francisco Orrego, cuya debilidad fue más la escasez de credenciales que los excesos retóricos pasados.
Es una buena noticia que candidatos moderados de distinto signo hayan triunfado y lo sería más que esto se repitiera en 2025. Pero es muy temprano para pensar que el electorado haya premiado la virtud de la moderación y menos que esto represente una tendencia o una propiedad del voto obligatorio.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.