Columna de Rafael Sousa: La revalorización del crecimiento

Crecimiento
La revalorización del crecimiento.


Algunos fenómenos están tan presentes en nuestras vidas que se nos hacen transparentes, llevándonos a confundir lo natural con la obra humana, el producto del trabajo o de sus acuerdos. Esto es lo que ha sucedido con el crecimiento económico en la opinión pública. Muchos han llegado a creer que es el curso normal de las cosas, que salvo por notorias anomalías, como las grandes crisis, el crecimiento es un hecho de la realidad. Por años dejamos de ver las muchas decisiones que lo hacen posible, su fragilidad, su condición de efecto derivado de algunas grandes causas y otras miles de pequeñas. Así, se ha cruzado largamente el límite entre regularlo -definir reglas para que su contribución sea amplia y sus daños sean menores- y estrangularlo. Pero como todo atributo se aprecia en ausencia (más allá del sorprendente Imacec de diciembre) la idea de crecimiento está en un proceso de revalorización.

El crecimiento tiene la particularidad de ser, a la vez, una de las principales virtudes y una de las ideas más castigadas de la economía. Se la invoca con facilidad cuando escasea y se la hace objeto de los mayores cuestionamientos y exigencias cuando abunda. Estos han sido razonables en algunos casos, en la medida que sus efectos específicos o generales se han alejado de los criterios mínimos de sostenibilidad. También son atendibles las aspiraciones que genera, la discusión sobre cuánto es justo que se lleve cada parte que participa en la creación de valor o que la permite. Pero en los últimos diez años, los cuestionamientos a esta idea han sido nocivos. Como si los conceptos de crecimiento y culpa debieran vivir atados, no solo se criticaron sus efectos y su justicia, sino su propia necesidad. Hoy pagamos las consecuencias.

Buena parte del péndulo electoral del que hemos sido testigos en los últimos diez años podría explicarse por la alternancia de las mayorías entre una prioridad por el crecimiento y una por la redistribución. En este sentido, lo que vemos hoy es que el discurso asociado al crecimiento económico ha dejado de ser políticamente incorrecto, lo que es un gran avance. Pero no se puede perder de vista que esto responde tanto al contexto de estancamiento como al fracaso de varias fórmulas redistributivas que se han ensayado. En anteriores ciclos de opinión pública favorables al crecimiento, sus defensores han tendido a disfrutar el momento más que a expandir la idea más allá de sus apóstoles. La derecha, evidentemente la mejor posicionada para capitalizar este ciclo, debiera tomarse esto en serio, lo que implica no sobre interpretar el contexto, entender que nada indica que estemos asistiendo a un cambio cultural respecto de las actitudes públicas hacia el crecimiento. Solo se ha abierto una oportunidad para hacer de este atributo una demanda más perdurable en más personas, de que más ciudadanos se convenzan de que los beneficios sociales que pueda ofrecer una ley son solo tinta en el papel cuando no es posible pagar la cuenta.

Por Rafael Sousa, profesor Facultad de Comunicación y Letras UDP, socio ICC Crisis

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