Columna de Rafael Sousa: Ponderando el riesgo populista

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El populismo -esa forma de ejercicio político que llega al poder y se sostiene explotando diferencias y ofreciendo soluciones de alivio inmediato y dolor crónico- se ha instalado como una amenaza para la democracia. También como un riesgo para las empresas, que pueden ver alterada la estabilidad mínima que toda actividad económica necesita o directamente ser su blanco. Como pasa con los virus respiratorios en esta época, nos sentimos en un momento de alto contagio. De hecho Chile se ha contagiado, como pasó especialmente en el periodo entre el estallido social y la elección asociada al primer proceso constitucional, en que los discursos anti-elite y las apologías a la virtud del pueblo campearon. Pero, aparentemente, nuestras defensas eran fuertes y, por ahora, ningún proyecto populista ha llegado a La Moneda ni a la Constitución en los últimos 34 años. ¿Es posible que esto cambie?

Existen condiciones sociales, vinculadas al deterioro del bienestar y el estatus de grupos relevantes, que son favorables al populismo. Las demandas que se desprendían de las protestas de 2019 no han visto mayor progreso, persiste una inflación alta para nuestros estándares, el empleo de calidad ha empeorado, el sacrificio para acceder a una vivienda es cada vez mayor, el valor de los títulos universitarios cada vez menor. El pesimismo en estos aspectos se ha vuelto estructural. ¿Condiciones para un populismo de izquierda? Sí, pero el órgano constitucional cuando fue dominado por las ideas más extremas de ese sector, terminó revalorizando todo lo que querían refundar. Pese a esto, sería irresponsable pensar que las malas ideas no volverán a ser populares.

Con una “agenda 2019″ frustrada y el miedo a la delincuencia -muy asociada a la inmigración- como ánimo dominante, el mayor riesgo pareciera estar hoy en un populismo de derecha. Pero nuevamente el antecedente del segundo proceso constitucional, esta vez conservador, es señal de que el electorado también tiene un techo de tolerancia al conservadurismo, lo que hace pensar que una versión populista de estas ideas difícilmente lograría un mejor resultado.

El riesgo de que un populista llegue a La Moneda existe, pero es menor que hace cuatro años. Entre quienes lideran las encuestas, ninguno es exponente de esa forma de hacer política. Así, un escenario base de riesgo político no debiera considerar un gobierno populista, pero sí una alta probabilidad de comportamientos populistas en el Congreso. La ciudadanía ha tenido segundos pensamientos en materias como salud y pensiones, que han hecho cambiar el tipo de políticas públicas que la mayoría prefiere respecto de 2019. Pero la popularidad de la que gozan, por ejemplo, los retiros desde las AFP y el congelamiento de tarifas eléctricas, puede ser usada mañosamente en un año electoral, como sucedió en las parlamentarias pasadas. Hoy, no estamos tan expuestos al populismo que explota diferencias como al que promete alivios inmediatos sin reparar en las consecuencias.

Por Rafael Sousa, Socio en ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP

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