Columna de Rafael Sousa: Por qué Kaiser representa el cambio

Uno de los atributos más seductores para los políticos, especialmente para los candidatos presidenciales, es el de “cambio”. Rara vez somos testigos de una campaña en que uno o más contendientes no sostenga esta promesa, en la dirección que sea. Por definición, el progresismo ha sido la fuerza política que más ha reclamado la propiedad de este concepto, algo que resulta casi natural, considerando que los fundamentos de este sector están más ancladas al futuro que al presente. Sin embargo, la idea de cambio en el espacio político ha entrado en un proceso de resignificación. Esto está sucediendo en todo el mundo y se hará especialmente notorio en Chile durante este año electoral.
El asunto es que el cambio dejó de ser patrimonio del progresismo. La campaña que derivó en el segundo gobierno de Michelle Bachelet se sostuvo en un tipo particular de cambio, uno cualitativo, profundo, de las estructuras, que en el diagnóstico de ese sector era la fuente de todos los males, la vertiente de la injusticia social. El posterior triunfo de Piñera llevó a la mayor parte de la derecha a una conclusión apresurada: que el deseo de cambio en la sociedad no era más que una construcción comunicacional de la izquierda. En parte lo era, pero 2019 obligó a desechar esa tesis. Vino Boric, quien encarnó una posibilidad de cambio tan profundo que no se vio en la necesidad de abusar de ese concepto. El péndulo siguió con los rechazos a una propuesta constitucional de la izquierda y otra de la derecha. Visto en perspectiva, la ciudadanía nunca persiguió el cambio de las estructuras -aunque estuvo disponible a eso- sino de sus condiciones de vida. Y eso sólo ha empeorado. Se han vuelto más violentas y menos prósperas. Ese fenómeno es la bisagra que está llevando este atributo de un lado a otro, del progresismo hacia el conservadurismo.
La izquierda que representa el Frente Amplio llevó sus causas identitarias tan al extremo que permitió su caricaturización. La equidad de género, inclusión, relación con pueblos originarios y cuidado del medioambiente, entre otras materias que requieren avances, hoy parecen caprichos respecto de la seguridad y la economía. Con el decaimiento del apoyo al cambio como progreso, quedó el cambio como retorno. La fuerza de “Make America Great Again” está justamente en la última palabra, la imagen de una época dorada que se fue, culpa que ponen en los hombros del progresismo. Chile no es Estados Unidos, pero la promesa de un regreso al crecimiento económico y la seguridad, mano firme contra la inmigración incluida, van a representar la nueva alternativa de cambio. Con Kast carente del atributo de novedad y pagando el desgaste del fracasado segundo proceso constitucional, Kaiser es el candidato que representa el cambio en el contexto de resignificación que está viviendo el concepto en nuestra política. La pregunta es si el electorado todavía valora la idea de cambio. La respuesta definirá, en buena parte, quién será el próximo Presidente.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP
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