Columna de Ricardo Abuauad: Ciudades en llamas
Literal o metafóricamente, muchas ciudades del mundo están en llamas. Ya sea que se estén quemando, como Los Angeles, o que sufran los efectos del calor extremo, como el que se anunció para varias urbes chilenas, el cambio climático, y sus efectos en la sequía y aumento de temperaturas, nos enfrenta a desafíos enormes. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirmó el viernes pasado que 2024 fue el año más caluroso del que se tenga registro, y el primero en superar el umbral de 1,5º establecido en el Acuerdo de París. La reciente “ola de calor extremo” chilena obliga a cerrar parques nacionales. ¿Hay algo que podamos hacer? Respuesta corta: ¡sí! Van algunas ideas.
Sombra: Plantar árboles nativos que requieran poca agua y sean resistentes al clima. Reformular los grandes ejes de ciudades como avenidas arboladas (pocos lo son). Crear jardines comunitarios donde los vecinos participen en su mantención, sean productivos y sirvan de lugar de encuentro. Instalar pérgolas, sombreaderos y parrones en espacios públicos para bajar su temperatura.
Vegetalización: Cambiar, toda vez que sea posible, las superficies duras de nuestras ciudades por espacios plantados. Eso puede aplicarse en espacios públicos, y especialmente en cubiertas de edificios (los “cool roofs”), estimulándolos mediante beneficios tributarios, subsidios y apoyo técnico.
Gestión del agua: Además del recambio de especies vegetales por otras de menor requerimiento hídrico, es clave integrar sistemas de recolección de aguas lluvia para riego, uso doméstico y enfriamiento mediante evapotranspiración. Ello permite también cuerpos de agua en espacios públicos que enfríen el ambiente.
Viviendas mejor preparadas: Mediante aislamiento adecuado, diseño bioclimático, cubiertas y fachadas ventiladas.
Las viejas recetas: No pueden olvidarse las soluciones que han funcionado siempre, muchas de ellas heredadas de la historia o aprendidas de países que han lidiado por siglos con el calor. La preocupación por la orientación adecuada (hacia donde abrir ventanas o cerrarlas, por ejemplo); la infalible ventilación cruzada, que tan fácilmente hemos olvidado en obras actuales; los materiales o soluciones con buena inercia térmica; los aleros o corredores; los patios; las celosías y persianas que permiten ventilar y filtrar la luz directa.
¿Difícil o caro de implementar? Los costos de no hacerlo son estratosféricos: solo en 2024, en el mundo se gastaron 140 mil millones de dólares en desastres climáticos. Varios lugares, ricos y pobres, están haciéndolo: desde los “Corredores Verdes” de Medellín, hasta el plan “Canopée” de París, pasando por el “Heat Action Plan” de Ahmedabad en India o la restauración del arroyo Cheonggyecheon en Seúl (que bajó 3 grados la temperatura del entorno).
Un dato más: el calor urbano es muy poco democrático. Afecta más a los sectores pobres, que además son inseguros, mal conectados, mal equipados. Esta sola razón basta para poner esto en primera prioridad.
Por Ricardo Abuauad, decano del Campus Creativo UNAB y profesor UC
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