Columna de Ricardo Abuauad: De vuelta en Latinoamérica

Campamento Dignidad


Todas las ciudades tienen problemas, pero los problemas no son todos iguales. En 1998, El País titulaba así un reportaje: “La otra cara del jaguar de América Latina: millones de chilenos tratan a toda costa de subirse al tren del espectacular desarrollo”. Teníamos problemas, obvio, pero eran distintos de los de hoy. ¿Qué dicen nuestras actuales crisis de nosotros? ¿Dónde nos ubican en el mapa de urbes que compiten por inversiones, capital humano o posicionamiento?

En los 90 y los 2000, los cambios del país nos hicieron creer (y muchos desde afuera también creyeron) que estábamos solo geográficamente en este continente, pero que nuestros puntos de comparación eran, como mínimo, los tigres asiáticos. “Los indicadores no ofrecen dudas: en los últimos 10 años Chile ha tenido unos resultados espectaculares”, decía El País en ese texto de 1998.

Hace una semana, en el seminario UNAB “Agenda de vivienda en Chile, ¿Hacia dónde vamos”, un grupo de expertos discutió este tema clave. En él, Slaven Razmilic propuso una mirada sobre la que vale la pena detenerse: luego de años de producir vivienda en tasas muy superiores a las actuales, entre el 2000 y 2010 tomamos conciencia de que la cantidad no era el único factor, importaba también la calidad. Se sumó entonces un segundo dormitorio al DS174, y un subsidio a la localización para evitar la segregación. Se ampliaron los subsidios al mejoramiento y ampliación para corregir el bajo estándar de las unidades anteriores. Luego del 27F y la sólida gestión en la reconstrucción, la idea de estar pasando a una etapa diferente, con foco en la calidad, se acentuó. Quisimos creer que teníamos los problemas urbanos de los países ricos. Integración, acceso a oportunidades..., problemas OCDE, en suma. En la Política Nacional de Desarrollo Urbano (2013), la palabra “allegado” no se menciona, “campamento” y “hacinamiento” solo dos veces. ¿Habíamos dejado eso atrás? La Ley de Integración Social y Urbana, ingresada el 2018, muestra ese nuevo énfasis. El déficit parecía un asunto en vías de superarse.

Naturalmente, y mientras nos preocupábamos de esa realidad OCDE, la otra realidad, pura y dura, seguía su curso. La crisis migratoria y sus consecuencias demográficas; campamentos iguales o peores que los de antes, el auge de las mafias que ofrecen soluciones alternativas. Hoy, tenemos un déficit creciente, y el estándar de calidad que nos impusimos (¡indispensable!) hace difícil producir vivienda en la cantidad de hace unas décadas atrás. A eso le debemos agregar la crisis de la violencia, el auge del crimen organizado, la corrupción y falta de credibilidad de las instituciones que tienen en sus manos estas soluciones.

Y es que los problemas de hoy nos recuerdan sin ambages que estamos de vuelta en Latinoamérica, que nunca nos fuimos de aquí. Y que compartimos con nuestros vecinos los mismos dolores, las mismas escasas herramientas y que, al menos en términos de ciudad, ni siquiera somos alumnos especialmente aventajados de la clase.

Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

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