Columna de Ricardo Abuauad: Electromovilidad y desafíos de ciudad

Vistas Santiago
Foto: Andrés Pérez


El 26 de noviembre se celebró el Día Mundial del Transporte Sostenible. El transporte genera un cuarto de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, y el 91% de la energía que se emplea en él procede de combustibles fósiles.

¿Cómo estamos en Chile? Hay 2.500 buses eléctricos, y se han comprometido 1.200 más para el 2026. Esto sitúa a Santiago como la primera ciudad (fuera de China) en cantidad de estos buses en el mundo. El ministro Muñoz confirmó que los objetivos en adelante van en esta línea: la totalidad de autos livianos y medianos será cero emisiones en 2035; y todos los buses serán eléctricos en 2040. También se espera reducir el uso del automóvil privado, y el sistema de metro de la capital avanza hacia una red cada vez más robusta. En suma, mientras en otros temas de ciudad las cosas no se ven auspiciosas (crisis de vivienda y de la construcción, permisología, campamentos), el avance de nuestro transporte público hacia la electromovilidad se anota importantes puntos.

¿Dónde mejorar, entonces? Escribo esta columna desde Estrasburgo, en el noreste de Francia, sede del Parlamento Europeo. La semana pasada, la ciudad celebró los 30 años de su notable sistema de tranvías. Al igual que algunas ciudades chilenas, Estrasburgo los tuvo y los eliminó en los 60 por considerarlos obsoletos. Cuando se repusieron, a principios de los 90, debieron enfrentar una importante oposición: que su costo era demasiado alto, que no lograría motivar a la población, y que lo que se requería en realidad era un metro. Hoy tiene seis líneas, y hay consenso del enorme y positivo impacto que ha tenido en la ciudad. Cuando cumplió 20 años, hace una década, la prestigiosa revista Le Moniteur le dedicó el número “Estrasburgo, el tranvía que reinventó la ciudad”. Hoy, la prensa entera habla del sistema que “cambió la ciudad” y “dio forma a la nueva cara de Estrasburgo”. ¿Cuál es la clave de su sostenibilidad y éxito? Por supuesto, es eléctrico y silencioso. Pero hay más: no se pensó sólo como infraestructura para la movilidad, sino como proyecto urbano, que incluía espacio público, equipamiento y áreas verdes. Y, sobre todo, en su relación con la distribución de la población en residencia y empleo. O sea, la vieja e incumplida promesa de nuestra Política Nacional del Desarrollo Urbano, de hace diez años, que anunciaba la “Planificación integrada” de suelos y transportes.

El ministro Muñoz, en esta misma línea, destaca que se requiere avanzar en estrategias como disminuir el número y largo de los viajes “mediante una correcta planificación urbana, acercando los destinos que atraen viajes hacia las residencias de los ciudadanos”. Tiene razón, sin duda: la sostenibilidad es el cambio en la fuente de energía, pero también la racionalización de la forma en la que nos movemos. Y es que aún con la electromovilidad y sus avances, nos falta un paso más en la idea de un transporte sostenible: que la ciudad y la movilidad se piensen y planifiquen de manera conjunta. Importante meta.

Por Ricado Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.