Columna de Ricardo Abuauad: Envidia

Envidia. AP Photo/Rebecca Blackwell


Durante las últimas semanas, las noticias sobre México han girado en torno a narcotráfico, aranceles, violencia o inmigración ilegal. Varias son ciertas: la tasa de homicidios es una de las más altas del continente, y algunos estados que reciben turistas, como Baja California, Michoacán o Guanajuato están entre los más afectados. Sin embargo, y después de unas semanas recorriéndolo, hay un asunto en el que México da cátedra a muchos países, y ciertamente a nosotros: el manejo de sus centros históricos y edificios patrimoniales.

La cantidad y diversidad de los sitios mexicanos entre los Patrimonios de la Humanidad de la Unesco es enorme: es el primer país de América y el séptimo del mundo. Sitios arqueológicos, paisajes productivos. Pero lo que más sorprende, al menos mirando con ojos de chileno, es lo que han sabido hacer con sus cascos históricos en Ciudad de México, Guanajuato, Morelia, Oaxaca, Puebla o Querétaro, y varios más que reciben distintos reconocimientos. Evidentemente no están exentos de conflictos: la presión urbana y el crecimiento demográfico plantean riesgos que nosotros entendemos muy bien, y México, al igual que nosotros, cuenta con un presupuesto limitado para el manejo de este legado (que en el caso de ellos es, además, enorme). Los terremotos y desastres naturales ponen estos sitios en peligro, al igual que nuevas infraestructuras (como el Tren Maya, por poner un caso) y hay conflictos con comunidades locales.

Y, sin embargo, hay enormes diferencias con Chile: estos centros urbanos están limpios y cuidados, sus edificios restaurados e iluminados, su comercio y restaurantes activos y abiertos al espacio público. Hay mercados de comida y artesanía, y sus habitantes están justificadamente orgullosos y al tanto del patrimonio que resguardan. Ofrecen su gastronomía, que también ha sido reconocida por la Unesco, con entusiasmo. ¿Cómo se explica esta diferencia? Evidentemente se podría argumentar que los ingresos por turismo de México justifican la preocupación, pero esto es a la vez causa y consecuencia; no es trivial que el país del norte reciba esta cantidad de visitantes a pesar de la violencia, y si estos visitantes llegan es porque el estado de mantención de lo que vienen a ver lo justifica. Hay otras causas: una institucionalidad sólida (el Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, y el Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA, además de las normas con regulaciones claras), seguridad reforzada en zonas turísticas, una industria del turismo muy desarrollada y gran expertise en restauración patrimonial.

Recorrer estos centros históricos mexicanos, y también algunos de los edificios protegidos por la Unesco (el Hospicio Cabañas, la UNAM, la Casa de Barragán) es una clase sobre cómo un país latinoamericano, con restricciones y problemas que conocemos bien, pone en valor el patrimonio que heredó de su rica historia. Mirarlo con ojos de chileno, recordar el estado del centro de Santiago, o el de Valparaíso… da envidia.

Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

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