Columna de Ricardo Abuauad: Lo que el miedo le hace a la ciudad

Delincuencia


Buscamos al “enemigo” de la ciudad, ese que hace difícil que sean buenas, justas, bellas. Algunos piensan que el enemigo es el automóvil; otros, los desarrolladores inescrupulosos; algunos más, el Estado incapaz de actuar oportunamente. Aunque algo de eso haya, hay otro enemigo anterior, feroz, que ataca el ADN de la vida en ciudades: el miedo.

Porque, ¿qué es una ciudad? Naturalmente, un conjunto de infraestructuras, edificios, espacios de encuentro, obras. Pero antes que eso, la ciudad es una red de relaciones, de reglas de vida en común, de confianzas, que hace necesario que vivamos juntos y que existan esas construcciones para albergarnos. Y es justamente ahí donde el miedo ataca: disuelve ese “pegamento” social que justifica que la ciudad exista, corroe los vínculos que nos mantienen unidos, nos transforma en individuos (no seres gregarios, individuos) intentando mantenerse lo más a salvo posible.

El miedo está instalado en nuestras ciudades. Miedo al narco, encerronas, asaltos, vandalismo. ¿Hay razones para vivir con miedo en las ciudades chilenas? Por supuesto, pero incluso eso a estas alturas es ya irrelevante: la percepción de inseguridad condiciona hoy patrones, hábitos, recorridos y horarios que son posibles y otros que no, barrios que no se visitan a menos que sea indispensable (o que, para tu desgracia, habites en ellos). La semana recién pasada fue una muestra de ello: ante el miedo de lo que iba a ocurrir el 18 (y que ocurrió, de hecho), la ciudad paró. Las universidades cerraron sus campus, muchas empresas enviaron a la gente antes de vuelta. Nos replegamos y cedimos los espacios de la ciudad a la violencia.

Hay mucho escrito sobre la relación destructiva entre ciudad y miedo. No hay más que leer el número de Urban Studies titulado “Fear and the City”, o el trabajo de (S)City sobre los cambios en las conductas de los parisinos después de los atentados en 2015, que utilizan metodologías de la etología (el estudio del comportamiento animal) para identificar estrategias de comportamiento ante la percepción de amenaza. Una de sus conclusiones es que el miedo en humanos, igual que lo que ocurre en animales, genera como respuesta un estado de “vigilancia” permanente, con obvias consecuencias en la salud mental. Así de grave, así de “anticiudad”.

Es que el miedo descompone la base misma de la vida urbana, nos aísla, nos pone a la defensiva. La ciudad del miedo no es espacio de encuentro sino una serie de refugios, tal como el miedo a las invasiones bárbaras cambió las cosmopolitas urbes romanas por feudos amurallados y dispersos en el territorio. El miedo es injusto y desigual, porque además golpea más fuerte a la población que no puede permitirse lujos como elegir dónde vivir o cómo moverse. El miedo nos encierra y nos aleja.

El miedo es el gran enemigo de la ciudad, y no hay política de gobierno, solución de vivienda, recuperación de barrios ni confianza en las autoridades cuando se vive con miedo. No hay prioridad mayor que esa.

Por Ricardo Abuauad, decano del Campus Creativo de la UNAB y profesor de la UC