Columna de Ricardo Abuauad: ¿Qué aprender de Medellín?
Tuve la ocasión de acompañar a Evelyn Matthei, Karla Rubilar y Cristián Torres a Medellín, bajo la inmejorable guía de Alejandro Echeverri, intensos días para comprender las estrategias con las que la “ciudad más violenta del mundo” en los 90 pasó a tener recién su semestre menos violento en 40 años, con homicidios a la baja, líder en la reducción de pobreza en su país, y destino preferente de nómades digitales. ¿Qué tiene esa ciudad para enseñarnos?
Obviamente, una respuesta policial de punta: Medellín cuenta con una central (el “123″), a la que cualquiera puede reportar una situación a través de un número único. A partir de eso, esta se contacta con otras unidades, registra con cámaras de control, y puede (previa autorización) monitorear a través de los celulares de los denunciantes la evolución de lo que ocurre. Los policías cuentan con body cam que transmite en tiempo real, lo que facilita luego la obtención de pruebas.
Sin embargo, una lección aprendida es que el asunto urbano es clave: el objetivo del crimen organizado es, antes incluso que el tráfico de drogas, el control de un territorio. Si sus habitantes se sienten abandonados, si no hay ciudad, ni llegan las fuerzas de orden, la presencia del Estado se suplanta ahí por un sistema paralelo, con sus propias reglas, la ley del terror que viven no pocos de nuestros conciudadanos. Una vez que el crimen organizado domina un territorio, aparecen tráfico de drogas, cobros por protección de viviendas y locales, préstamos a usura, monopolio alimentario, de alcohol. Sin Estado de Derecho, opera el miedo y la ley del más fuerte. Medellín comprendió eso, que no se pueden “ceder” sectores de la ciudad, y que la transformación urbana de esos barrios es clave, porque los hace accesibles, trae a ellos instituciones y espacios públicos: todo lo contrario de lo que requiere el crimen organizado para prosperar.
¿Cómo se logró? Medellín materializó lo que nuestra Política Nacional de Desarrollo Urbano anunció hace una década, pero no se ha hecho: el pensamiento conjunto de transporte y suelo. A partir de las estaciones de un muy buen sistema de transporte, en los sectores vulnerables, desarrolló espacio público, equipamiento, infraestructura. Estos subcentros, con buena movilidad, ofrecen deporte, recreación, talleres, servicios, que mantienen a los jóvenes al abrigo de las redes delictuales que los reclutan. Uno de los buenos ejemplos son las UVA (Unidades de Vida Articulada), intervenciones barriales para el encuentro ciudadano, a las que los niños van al salir de clases. Llega así hasta ellos la ciudad, el Estado, la esperanza.
No hay recetas perfectas, y Medellín tiene aún muchas batallas que librar. Aunque sí está claro que la estrategia ha dado resultados, y que nosotros estamos a tiempo de adaptarlas. Pero los pelotones armados asesinando a tiros a conductores en las autopistas, como ocurre hoy en Chile, deben ser una señal clara de que esto es absolutamente urgente. ¿Lo ven así nuestras autoridades?
Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC