Columna de Ricardo Abuauad: Si Medellín pudo...

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“Medellín se convirtió, hacia mediados de los años ochenta, en una ciudad agónica, marcada por la puja entre la vida y la muerte” se lee en el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia. Casi todo lo que se ha dicho de ella queda corto: la “ciudad más violenta del mundo”, que sacrificó a toda una “generación perdida” (mayoritariamente varones jóvenes de la periferia), cuyos compañeros que se mantuvieron con vida se perciben a sí mismos como “sobrevivientes”. Una ciudad que, gracias a una acción concertada, logró revertir esa condición, transformarse en un modelo de recuperación, y situarse hoy como líder en atracción de nómades digitales que buscan buenas condiciones de vida.

¿Cómo lo hizo? Un acuerdo social para detener esto de forma urgente; la convicción de que la seguridad no es un asunto de izquierda ni de derecha; un aumento en las capacidades técnicas de las policías; y una intervención a través de proyectos urbanísticos puntuales en los sectores más complejos y desfavorecidos de la ciudad (lo que se llamó el “urbanismo social”), que mejoraban las condiciones de vida en esa población especialmente expuesta a la violencia. Es este último tema el que parece más atractivo de estudiar para enfrentar nuestras propias crisis: “pasar del Plan al Proyecto” con “Proyectos Urbanos Integrales que se convierten en una experiencia de transformar espacios públicos”, explica Alejandro Echeverri, que tuvo un rol central de dirección desde EAFIT. El Urbanismo Social fue posible a partir de un nuevo liderazgo cívico y político que movilizó una convergencia de programas de educación, cultura, emprendimiento en estos sectores estratégicos: ¡esos líderes necesitamos!

Medellín se transformó en un referente, mostrando al mundo desde Latinoamérica que era posible dotar a estos barrios vulnerables de sistemas de transporte público de vanguardia, bibliotecas, jardines infantiles, plazas y espacios públicos, equipamientos y parques: una completa “vuelta de tuerca” que mostraba que era ahí, en esas zonas devastadas por el narcotráfico, donde el urbanismo y la arquitectura mostraban su mejor cara. ¿Por qué, entonces, en Santiago el metro y las autopistas son subterráneos en la zona oriente de la capital, y elevadas o a nivel en el resto de la ciudad?

Por supuesto, no hay recetas únicas ni milagrosas, y el mismo Echeverri es muy crítico de lo que se hace hoy en Medellín. Por lo demás, como él mismo explica, ninguna ciudad puede dar por superado un momento crítico ya que se trata de batallas que es necesario dar a diario. Pero sin duda es una experiencia a tener en cuenta, una que permite encontrar caminos posibles aquí cerca, en Sudamérica, con medidas e instrumentos que parecen estar al alcance de la mano.

Alejandro Echeverri dictará varias charlas en estos días, una de ellas en la UNAB, con la presencia del ministro Montes, Loreto Wahr (directora de arquitectura del MOP) y la alcaldesa Evelyn Matthei. Habrá también otras en la UC y la UDD. Porque, si Medellín pudo…

Por Ricardo Abuauad

Decano Campus Creativo UNAB y profesor UC