Columna de Rodrigo Castillo y Annie Dufey: Energías renovables, el elefante en la habitación
La difícil situación que hoy enfrentan las energías renovables, con numerosas centrales cuya energía está siendo despachada a costo marginal cero o vertidas, tiene en jaque al sector. Mucho se ha hablado de las razones, entre ellas, la falta de líneas de transmisión o de desarrollo masivo de almacenamiento. Como reacción a la crisis, que se hizo tangible con la declaración en insolvencia de tres unidades generadoras solares hace algunos meses, ha surgido un intenso debate sobre las medidas de corto y mediano plazo necesarias de abordar.
Sin embargo, hay un tema más estructural que hay que poner sobre la mesa, si realmente se requiere abordar la situación de fondo: y es el sistema de remuneración a costo marginal del sector eléctrico que, para muchos, es un paradigma intocable.
Lo cierto es que el sistema de remuneraciones que hoy impera fue creado en 1982, centrado en remunerar adecuadamente a la hidroelectricidad y las energías fósiles, cuya lógica (alto factor de planta y reconocimiento de potencia de suficiencia) es totalmente distinta a la forma en que se comportan las energías renovables no convencionales, en especial la solar y la eólica. Si bien el sistema fue exitoso en su propósito original, la situación actual del sector eléctrico es muy distinta a la de hace un par de décadas. De acuerdo a información oficial, las energías renovables no convencionales representaron el 35% de las inyecciones totales al sistema durante 2022. Más aún, de acuerdo a los compromisos de la política energética y de carbono neutralidad de nuestro país, estas deberán llegar a 70% en 2030 y a 100% en 2050. ¿Es posible alcanzar las metas a 2030 o 2050 con la regulación de 1982? La respuesta es, por cierto, no; eso no es posible.
Evidentemente, la solución definitiva a la crisis solo vendrá de la mano de un cambio estructural y definitivo al mecanismo de creación de precios en el mercado de la generación eléctrica. Sin embargo, será una discusión que tomará plazos mayores a los que disponen muchas renovables para sobrevivir en los próximos meses. Frente a esa realidad, han surgido alternativas transitorias, como es la idea de que el costo de los despachos a mínimo técnico de las centrales fósiles sean considerados para la fijación de los costos marginales. A estas ideas, la industria de los grandes generadores y algunos expertos le han objetado deficiencias metodológicas y eventuales efectos adversos. Esas objeciones adolecen, sin embargo, de un error de base: comparan la propuesta con una realidad óptima inexistente, pues el modelo marginalista establecido hace casi 40 años no contemplaba, siquiera, la existencia de los mínimos técnicos. La realidad actual, en cambio, ya es la de un mercado con precios distorsionados, estrangulamiento financiero de las renovables e ingresos históricos para las tecnologías fósiles. Frente a eso, y sabiendo que la solución definitiva implicará cambios legales que podrían tomar años, la pregunta es cuál será la regulación de transición: ¿la actual, que sabemos llevará al colapso de la industria ERNC, o una alternativa, transitoria, que les permita sobrevivir en el intertanto?
Por Rodrigo Castillo, abogado; y Annie Dufey, economista