Columna de Rodrigo Montero: ¿Puede el PIB medir realmente el bienestar?

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Uno de los mayores desafíos que enfrenta un país es medir el bienestar de sus habitantes. Y es que resulta un objetivo primordial entender cómo evoluciona el bienestar de las personas, y de esa manera comprender cómo el desarrollo económico está impactando –para bien o para mal– la calidad de vida de la sociedad. En este contexto, el PIB per cápita ha sido una herramienta que ha permitido, de alguna manera, tener una aproximación de cuál es el nivel de vida a la cual tiene acceso la población de un determinado país. Sin embargo, este indicador adolece de algunas limitaciones que nos impiden observar el panorama completo. Solo por nombrar algunas, note que el PIB no toma en cuenta aspectos que afectan significativamente el bienestar y calidad de vida de la población, como, por ejemplo, las condiciones medioambientales, la salud mental, y el bienestar subjetivo de las personas – en sus diferentes dimensiones, familia, barrio, salud, seguridad, trabajo, etc.–.

En un intento por aportar en este desafío en 1990 el PNUD presentó el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que era una manera de complementar la información que proporcionaba el PIB hasta entonces –antes de eso, la idea de desarrollo había sido principalmente un sinónimo de crecimiento económico–. A pesar de este enorme esfuerzo, siguió quedando fuera algo muy relevante para determinar el bienestar de la población, esto es, cómo la gente percibe sus trayectorias vitales, y su experiencia de vida. Desde hace ya varios años, la línea de investigación denominada “economía de la felicidad”, ha aportado evidencia significativa respecto de cuáles son los drivers del bienestar subjetivo de las personas. Y es que, más allá de abandonar la lógica cuantitativa de la medición del bienestar, lo que necesitamos con urgencia es complementar esa mirada, agregando a la ecuación elementos que se relacionan con la evaluación subjetiva de las vivencias individuales. Esto, y usted concordará conmigo, representa un gran desafío para todos los países del mundo, sin embargo, las economías desarrolladas han dado pasos significativos en términos de recolectar Información de calidad –no solo de corte transversal, sino que también de carácter longitudinal– para llevar a cabo los estudios que permiten identificar cierto grado de certeza cuáles son aquellas variables que están empujando, por así decirlo, el bienestar subjetivo de la población.

Chile también ha dado pasos en esta dirección –aunque aún tenemos pendiente el desafío de contar con datos de carácter longitudinal–, y es por esto que el Ministerio de Desarrollo Social y Familia está en proceso del levantamiento de la segunda versión de la Encuesta de Bienestar Social (la primera versión es del año 2021), que nos permitirá entender mejor cómo está evaluando la sociedad chilena sus progresos en distintas dimensiones de la vida. Esperamos que, con este tipo de herramientas, seamos capaces de acercarnos un poco más a la verdadera medición del bienestar.

Por Rodrigo Montero, decano Facultad de Administración y Negocios, Universidad Autónoma de Chile