Columna de Rolf Lüders: Amistad cívica
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No cabe la menor duda de que Chile está sufriendo el síndrome de los países de ingreso medio.
No cabe la menor duda de que Chile está sufriendo el síndrome de los países de ingreso medio. Si el país no toma luego las medidas necesarias para vencer tal enfrmedad, mantendremos -en el mejor de todos los casos- el actual nivel de desarrollo relativo. Lejos estarán los días del jaguar de América Latina y aquellos de las esperanzas de un país en que, en un horizonte previsible, todos sus ciudadanos se puedan desarrollar plenamente.
En efecto, en las últimas décadas, el crecimiento del PIB por persona en Chile muestra una evolución que solo se puede calificar de lamentable, por la constancia en su deterioro. Medido en base a promedios móviles de diez años, la tasa de crecimiento de nuestro producto por persona ha evolucionado desde 4,04% anual en 1992 y 4,72% en 2000, a 2,91% en 2005, 2,39% en 2010, y 1,16% en 2023 (EH Clio Lab). Esta última tasa corresponde aproximadamente a la tasa de crecimiento proyectada para la próxima década, en ausencia de cambios estructurales significativos.
La caída en la tasa de crecimiento económico del país se ha visto reflejada, entre otros, en los rankings internacionales de libertad económica, y de percepción de corrupción. A fines del siglo pasado y comienzos del actual, Chile aparecía en esas materias como una clara excepción regional. En la actualidad, si bien seguimos encabezando a la región en estas materias, ya hay varios países en América Latina que tienen indicadores semejantes a los nuestros. Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.
Es cierto que a fines del siglo pasado las condiciones -incluyendo aquellas de comercio internacional- estaban dadas para que el país diera un salto en materia económica. Se había institucionalizado una moderna economía de mercado, abierta al comercio y financiamiento internacional, y las nuevas autoridades avalaron tal institucionalidad. Dicho aval se hizo posible por el ambiente de amistad cívica imperante, en buena parte consecuencia de la incesante labor de Edgardo Boeninger.
Hoy, las condiciones son muy distintas y sin embargo es posible que -si se lo propone- Chile pueda volver a crecer a tasas sustancialmente más elevadas que las actuales. Si otros países de ingreso medio han generando las condiciones para seguir creciendo a altas tasas, no hay motivo alguno para que nosotros no lo podamos hacer también.
Para ello, Chile debe necesariamente volver a ser un país atractivo para la inversión. Esto requiere, entre otras medidas, reducir la “permisología” y la incertidumbre institucional prevaleciente. Lo último quizás se pueda lograr en parte en base a legislación que garantice -más allá de lo actualmente existente- las inversiones. No obstante, el instrumento más efectivo para reducir esta incertidumbre es la amistad cívica, muy dañada, en el país.
Por Rolf Lüders, economista
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