Columna de Rolf Lüders: Crisis en la salud
Es de público conocimiento que las Isapres están enfrentando un severo problema financiero, que en último término se puede atribuir a dos fallos de la Corte Suprema. Las disposiciones de estas sentencias están incidiendo muy negativamente en los ingresos de las mencionadas aseguradoras, aumentando exponencialmente sus endeudamientos. Tanto así que, a no mediar la intervención del gobierno. se teme que la pronta y posible quiebra de las Isapres genere una crisis mayor en todo el sistema de salud. Esta situación ha, de facto, adelantado el debate sobre el sistema de salud del país.
En efecto, si el gobierno permite el colapso de las Isapres y ofrece el traspaso de sus clientes a Fonasa, crearía -para todos los efectos prácticos- un asegurador único estatal de salud, institución clave para el funcionamiento de un servicio nacional de salud similar al británico, favorecido por el gobierno.
Desde una perspectiva económica, tal asegurador único sería ineficiente, porque tendría poder monopólico y monopsónico. Sería un monopolista, porque pasaría a ser, para todos los efectos prácticos, el único oferente de seguros de salud. Sería un monopsonista porque, también de hecho, determinaría la cantidad demandada de servicios de salud. Y sabemos que los monopolios y los monopsonios son ineficientes. Además, en el caso de este asegurador único, las rentas implícitas se tenderán a traducir en mayores empleos a salarios más elevados que los óptimos en la empresa, en vez de en mayores ingresos para el gobierno.
La alternativa a la centralización y estatización de la salud antes descrita -restrictiva de la libertad de elección e ineficiente- es construir sobre lo existente. Esto se puede lograr aumentando sustancialmente la competencia entre las aseguradoras (Fonasa e Isapres) y entre los proveedores de salud (hospitales, clínicas y otros). Instrumentos centrales para lograr esta mayor competencia debieran ser la definición de unos pocos planes de salud tipo ofrecidos por todas las aseguradoras (en reemplazo de los cientos de planes actuales, que impiden toda comparación), un sistema de compensaciones por riesgos entre las aseguradoras que facilite sustancialmente el cambio de asegurador, y un esquema de subsidios de salud para las personas de menores ingresos.
Como en toda crisis, la de la salud ofrece también una oportunidad para progresar. Es cierto que se pueden usar las circunstancias para sentar las bases de un sistema nacional de salud, a semejanza del inglés, que terminará siendo más ineficiente que el actual, además de restringir nuestras libertades de elección. Pero también se puede construir sobre lo existente para crear un esquema de salud más eficaz, que aumente sustancialmente las posibilidades de elección, y que al mismo tiempo sea más equitativo.
Por Rolf Lüders, economista