Columna de Rolf Lüders: De dulce y de agraz
El Banco Central estima que en 2023 el crecimiento será nulo y que el PIB tendencial es de aproximadamente solo 2 por ciento. Esta situación se da en momentos en que hemos caído -en términos de PIB per cápita expresados en dólares de poder de paridad de compra de 2021- aproximadamente al lugar 60 entre unos 190 países. Es decir, y por un lado, nos encontramos a un paso del desarrollo, pero por el otro lado, el milagro chileno se ha desvanecido y estamos corriendo el riesgo de caer en la trampa de los países de ingreso medio.
Es cierto que en América Latina, y en términos del Producto por persona, solo Panamá nos aventaja. En el país de los ciegos, el tuerto es rey. En 2021 Panamá tuvo un PIB per cápita de US$43.000, ocupando el lugar 46 en el ranking mundial. Chile fue escoltado por Uruguay, Costa Rica y Argentina, con niveles de producto por persona similares a los de nuestro país, es decir, a unos US$ 30.000. Más abajo se encontraban Haití, Nicaragua y Venezuela, con productos por persona de solo US$3.200, US$7.600 y US$8.000 respectivamente.
Hasta hace poco tiempo Venezuela era y por lejos, el país con el PIB por persona más elevado de la región. Su desplome confirma el poder de las políticas públicas. Otro caso emblemático es el de Argentina, país que habiendo sido hacia fines del siglo XIX el más rico del mundo, hoy no alcanza a tener el 25 por ciento del PIB per cápita de EE.UU. Chile es un candidato para repetir la experiencia de los dos países nombrados y debe siempre tener presente que es fácil caerse, que es complicado mantenerse, y que es muy difícil levantarse.
El reciente largo y costoso proceso constitucional chileno confirmó el carácter conservador de nuestra población. Se rechazó la propuesta refundacional y luego, implícitamente, se optó por favorecer la Constitución de 1980, reformada, principalmente, bajo el gobierno de Ricardo Lagos. En materia económica esto se traduce en la primacía de una economía social de mercado cuyas características específicas -por el orden político prevaleciente- siguen azarosas. Esto genera incertidumbre y nos impide -o dificulta- atraer la inversión que necesitamos para crecer.
En la actualidad no hay mejor manera para crecer que adoptando un esquema basado en el libre funcionamiento de los mercados. Negar lo anterior es refutar los hechos. El crecimiento económico ha probado además ser condición necesaria para el desarrollo social y para evitar la trampa de los países de ingresos medios. Es más, como lo sugieren los datos del recién aparecido Índice de Libertad Humana del Cato y del Fraser Institute, jamás hay que ignorar la correlación positiva existente entre la libertad económica y el progreso material, como tampoco aquella observada entre la libertad económica y la libertad humana.
Por Rolf Lüders, economista