Columna de Rolf Lüders: Empantanados

Construccion


A diciembre recién pasado, en comparación al año anterior y según el INE, todos los sectores productivos en Chile -la minería, la manufactura, el sector de servicios de electricidad, gas y agua, y el comercio- experimentaron caídas. También lo hizo el Imacec, que durante 2023 se redujo en un 0,2 por ciento.

El problema de fondo no es la coyuntura. Es mucho más grave, dado que en materia de crecimiento económico nos encontramos empantanados. Después de dos décadas de alto crecimiento, la economía chilena ya lleva 10 años sin crecer en relación a los países desarrollados. Y sin crecer, jamás podremos lograr el desarrollo.

El crecimiento -un aumento sostenido del PIB per cápita- es función del aumento de la inversión, del cambio tecnológico, y de la calidad con que se asignan los recursos. Los dos últimos factores se pueden resumir en una variable que se conoce como la productividad total de factores (PTF). Pues bien, basado en datos del Banco Mundial, la inversión en Chile, en relación a aquella de los EE.UU., ya se estancó en el año 2000 y, en base a datos de la Comisión Nacional de Productividad (CNP), la PTF agregada dejó de aumentar alrededor del año 2005, para incluso tener valores negativos en algunos subperíodos más recientes.

Es pues evidente que, para volver a crecer a tasas elevadas, Chile debe aumentar significativamente sus tasas de inversión y productividad. Para lograrlo hay que determinar primero los motivos por los cuales se estancó la inversión y por los cuales cayeron los indicadores de productividad. La respuesta de fondo es que -como sociedad- dejamos de querer crecer y le dimos prioridad a otros objetivos, en buena medida redistributivos. Pasamos de un medio favorable al ahorro y a la inversión privada, a uno abiertamente hostil, en que aumentamos la tributación a las utilidades reinvertidas, en que deseamos aumentar los impuestos sobre la renta de los así llamados ricos, en que pretendemos financiar parte de las pensiones con un impuesto al trabajo, en que excluimos a los privados de importantes áreas de inversión, en que prohibimos el lucro en la educación, en que en algún momento se le pusieron cortapisas a las concesiones, y sigue y suma.

Por ello, un cambio en el ambiente de inversión es condición sine qua non para salir del pantano. Mientras el gobierno desee -aunque solo sea en una parte- derrocar al capitalismo, es improbable que el ambiente se modifique y sucumbiremos al síndrome de los países de ingresos medios. En cambio, si el tema del crecimiento y el de la distribución de sus frutos se aborda en forma pragmática, en que -sin ideologismos- se le asigne a cada uno, al sector público y al sector privado, el rol en que más puedan contribuir al bienestar de la población, el país podrá volver a prosperar.

Por Rolf Lüders, economista