Columna de Rolf Lüders: Espacios públicos

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Hace unos días -en búsqueda de un repuesto- subí primero a la Avenida Manquehue en Las Condes y luego bajé a Avenida Matta en la comuna de Santiago. La experiencia resultó ser traumática. Sin embargo, no lo fue unos pocos años atrás, cuando realicé un periplo parecido.

Sin duda, entonces se notaban las diferencias de ingresos entre ambos sectores, pero tanto en la Avenida Manquehue, como en la Avenida Matta, las casas y edificios tenían sus fachadas limpias, y los espacios públicos -incluyendo los bandejones centrales- estaban cuidados.

En la actualidad, el barrio alto luce incluso mejor, tanto a nivel de las propiedades privadas como en el ámbito público, en cambio la Avenida Matta es un desastre, peor incluso que el centro de Santiago: la mayor parte de las fachadas están rayadas (no es grafiti, porque no se trata de arte, salvo escasísimas excepciones); una buena parte del comercio ha cerrado y si no lo ha hecho, deben -para evitar robos con intimidación- bajar y subir sus cortinas para recibir a sus clientes de a uno; hay personas sin hogar viviendo en carpas en los bandejones, etc. Lo triste es que una situación semejante se vive en un buen número de barrios a lo largo de todo el país.

Las autoridades -y en cierto modo también los ciudadanos- parecen haber aceptado el marcado deterioro de muchos espacios públicos en espera de que se superen las principales causas de tal destrozo, a saber, las acciones de activistas políticos y de narcotraficantes, además de la inmigración ilegal.

Sin embargo, la lucha en contra del crimen puede ser demorosa y la recuperación de los barrios deteriorados puede ser funcional para tal combate. Así lo han comprendido varias autoridades locales, entre ellos, el gobernador de la Región Metropolitana, Claudio Orrego, y los alcaldes del eje Alameda-Providencia. Por eso estos han acordado un proyecto inicial de restauración y limpieza de la Alameda. Lo novedoso es que el contratista se compromete a relimpiar en un plazo de dos días cualquier nuevo rayado realizado en los tramos ya adecentados. Ello desincentiva hacer nuevos rayados.

En resumen, algunos barrios de Santiago y de otras ciudades del país tienen sus espacios públicos en un estado absolutamente deplorable. Ello no solo tiene un costo en términos de la calidad de vida de los habitantes correspondientes, sino que también invita a más rayados y más destrozos.

A pesar de que no he visto estudio al respecto, me atrevo a sostener que el deterioro de un número significativo de barrios tiene -por el mensaje implícito- efectos económicos significativos y negativos. ¿Quién desea invertir en un país en que las autoridades ni siquiera pueden mantener lo más básico, el orden y aseo en sus barrios? Afortunadamente, como vimos, esta situación puede estar empezando a cambiar.

Por Rolf Lüders, economista

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