Columna de Rolf Lüders: ¿Impuestos progresivos al consumo?
Hace una quincena analizamos la reforma tributaria propuesta por el gobierno y sostuvimos que -dada la actual coyuntura- no era el momento para aumentar los impuestos. Escribíamos que la mejor estrategia para aumentar los recursos fiscales era el crecimiento económico y que éste podía ser incentivado con una rebaja o la eliminación del impuesto de primera categoría y su reemplazo por otro tipo de tributo.
Sin duda, medidas como aquellas que reduzcan la evasión y la elusión tributaria, eliminen los programas fiscales ineficientes y propendan a un profundo programa de reforma del Estado, pueden liberar importantes recursos para los programas del gobierno.
En materia tributaria sugiero como primera preferencia la reducción o la eliminación del impuesto de primera categoría y su compensación por un tributo progresivo al consumo, que es más eficiente y más justo (Kaldor, 1957). En Chile tuvimos en vigencia -con gran éxito- un sistema parecido.
El esquema es eficiente, porque el impuesto sobre la renta grava dos veces aquella parte de los ingresos que se ahorran y el impuesto al consumo no lo hace. En efecto, el impuesto sobre la renta grava las rentas cuando se generan y las vuelve a gravar cuando los frutos de ese ahorro se producen. Es decir, al eximir de tributación a las rentas reinvertidas se incentiva el ahorro y la inversión.
La medida es justa, entre otros motivos, porque al gravar el consumo se le pone un impuesto a lo que las personas sacan de la economía, en vez de lo que aportan a ella. Si ahorro, en vez de consumir, estoy liberando recursos para que yo u otra persona puedan invertir, para el bien de la sociedad. Además, en un país como Chile, abierto a los flujos de capital y por ende tomador de precios, incluyendo la tasa de retorno al capital, el impuesto sobre la renta se traduce necesariamente en una baja de los salarios (Harberger, 1962 y siguientes).
El impuesto sobre el consumo propuesto puede ser de tasa fija o de carácter progresivo, tal como lo puede ser el impuesto sobre la renta. En países como Chile, que tienen una administración tributaria sofisticada, la base del impuesto al consumo se calcularía simplemente restándole a la renta personal -que incluiría las utilidades empresariales repartidas- aquella parte de los ingresos reinvertida.
Chile puede llegar a ser un país desarrollado, pero para ello tiene que volver a crecer a tasas muy superiores a aquellas potenciales que ahora se pronostican. No tanto tiempo atrás se hablaba del milagro chileno, hasta que el afán de poner a la carreta (la distribución) delante de los bueyes (el crecimiento) nos estancó. Aclarada la situación constitucional, una buena reforma tributaria y cambios regulatorios que generen oportunidades de inversión, pueden perfectamente revertir este estado.
Por Rolf Lüders, economista