Columna de Rolf Lüders: Mazzucato

MARIANA MAZZUCATO


En 1992 y después que se desplomara la Unión Soviética, Francis Fukuyama escribió su famoso libro El Fin de la Historia. En dicho libro postula que, en su proceso de evolución, las sociedades alcanzan eventualmente el estado óptimo: una democracia liberal. En materia económica esto implicaría una economía de mercado libre al estilo de aquellas de Europa y EE.UU.

Esta visión de la evolución de las sociedades ha sido puesta en duda. Ciertamente el desarrollo de China no conforma a dicho modelo, tal como tampoco aquel de un buen número de otros países, especialmente asiáticos. En este escenario irrumpe Mariana Mazzucato, economista italiano-americana especializada en estudios sobre la innovación, proponiendo un modo especial de cooperación privado-estatal como una manera eficaz de propender al desarrollo.

Veamos. El rol del Estado en las economías occidentales exitosas se basa en la concepción, formalmente avalada, de que -en presencia de un conjunto completo de mercados competitivos- la acumulación y asignación de recursos en una economía libre será la óptima. Al Estado le cabe entonces solo intervenir para redistribuir y regular (corregir fallas de mercado, que las hay), pero solo debe hacerlo si los beneficios de sus intervenciones exceden los costos de las mismas. Estos costos incluyen aquellos de la tributación y los de las fallas del Estado. Estos últimos no son menores, como lo experimentamos a diario y como lo ha puesto en evidencia la Teoría de las Decisiones Públicas.

Pues bien, Mazzucato argumenta, entre otras cosas, que economías basadas en la concepción antes descrita no generan los incentivos óptimos para la innovación. Ésta suele ser muy riesgosa y solo se realizará en el ámbito privado si las tasas de retorno esperadas son muy elevadas. Estas innovaciones suelen además producir rentas indeseables y ser el resultado de subsidios estatales exagerados. La solución sería el Estado empresario, que asume los riesgos y recibe los beneficios si la innovación resulta ser exitosa. El Estado puede, según Mazzucato, realizar su labor mediante asociaciones con empresas privadas, pero debe velar porque las últimas no reciban rentas.

Si bien la propuesta de Mazzucato -probablemente inspiradora de las preferencias del actual gobierno en materia económica- no es radical, adolece de los mismos defectos de la política económica imperante en Chile antes de 1974: ignora o minimiza la existencia de las fallas del Estado. Supone que éste puede identificar correctamente los sectores que tienen el mayor potencial de desarrollo y que luego sus ejecutivos tendrán los incentivos óptimos para propender a hacer realidad tal potencial. Pues bien, la Teoría de las Decisiones Públicas y nuestra propia historia demuestran que no cabe esperar que este último sea el caso.

Por Rolf Lüders, economista