Columna de Rolf Lüders: No basta con buenas intenciones

boric en el consejo de las américas


El camino al infierno está asfaltado de buenas intenciones. Este dicho se puede aplicar parcialmente a la situación que estamos viviendo en el país. Destaca la inseguridad, dado que el Estado pareciera estar perdiendo -en algunos lugares de la nación- el control territorial. Si esto se produjera efectivamente, sería extraordinariamente grave y afectaría -si no lo está haciendo ya- al proceso de crecimiento económico, al que deseo referirme nuevamente en esta columna.

En efecto, hace algunos días, en una entrevista en El País, el Presidente declaró que el gobierno había cambiado sus prioridades y velocidades, pero no la dirección de sus principios. Declaró además que uno de los objetivos prioritarios de la segunda etapa de su gobierno sería aumentar el crecimiento económico, fin ahora compartido por una mayoría de la población. Al respecto, hay que tener presente que el crecimiento -condición para el desarrollo- fue paupérrimo en los últimos dos años y muy bajo en la última década.

Pues bien, me imagino que uno de los principios inalterados a los que refería el Presidente es el anticapitalismo. Efectivamente, el gobierno se propuso terminar con el así llamado modelo neoliberal, expresión que en la actualidad es un mote, pero que en sus orígenes se refería a un esquema económico-social que pretendió mitigar algunas aristas del liberalismo clásico. Los principios implícitos fueron evolucionando hacia lo que se conoce hoy como una economía social de mercado, compatible con una democracia liberal. Tal esquema fue originalmente aplicado en Alemania, pero luego en un buen número de países repartidos en los diferentes continentes, incluyendo en Chile. Sus características específicas varían de un país a otro y han permitido que las naciones que lo han adoptado gocen hoy de libertad y prosperidad.

Ahora bien, en estas columnas hemos venido insistiendo que para que el país vuelva a crecer a tasas superiores al 4 por ciento -que debiera ser el objetivo nacional- lejos lo más importante es que cambie radicalmente el hoy mal clima de inversión.

Para lograrlo no basta que transitemos por un camino asfaltado con buenas intenciones, sino que las diversas políticas públicas -la tributaria, la del monto y la distribución del gasto fiscal, la regulatoria, la de comercio y financiamiento exterior, etc.- cuenten con el apoyo mayoritario de la población y sean coherentes con el objetivo de crecimiento.

Hay pues una grave incoherencia entre los deseos del gobierno por impulsar el crecimiento económico-social y el importante efecto que sobre el clima de inversiones tienen las declaraciones del Presidente, que sostiene seguir siendo fiel a los principios de su programa, uno de los cuales es el apoyo a esquemas socioeconómicos que han fracasado en todas partes.

Por Rolf Lüders, economista

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