Columna de Rolf Lüders: Zapatero a tus zapatos

Ministerio de Hacienda
Foto: Andrés Pérez 02 Junio 2022 Foto: Andres Perez


El programa del actual gobierno tuvo como uno de sus objetivos terminar con el modelo chileno, tildado como neoliberal. Este modelo contó, hasta recientemente y por al menos unos 30 años, con un alto grado de apoyo ciudadano. La denominación de neoliberal es un mote usado para desprestigiar, entre muchas otras, las instituciones económicas vigentes en nuestro país. Estas últimas configuran un modelo coherente con un esquema político democrático y con un sistema económico de libre mercado, abierto al comercio y financiamiento internacional. En este modelo -para maximizar el bienestar social- el Estado interviene en la economía con un criterio de subsidiaridad y de responsabilidad fiscal y monetaria.

Sin duda alguna, y por motivos históricos, nuestro modelo es diferente al de otros países como Alemania, Nueva Zelanda o Suecia, para citar solo a unos pocos con economías basadas en los mismos principios. Estos países, incluyendo a Chile, tienden a tener en común la más absoluta libertad de emprendimiento, la apertura comercial, y la responsabilidad fiscal y monetaria. Si bien ha habido entre esos países diferencias en materia de política industrial y macroeconómica, entre otras, no han sido lo suficientemente importantes para poder hablar de sistemas distintos.

En cambio y a pesar de que no es único, nuestro país destaca por el modo -subrayo la palabra modo- que utiliza para ofrecer los servicios sociales (educación, pensiones, salud y vivienda). Este aspecto del modelo -tendencia al financiamiento y la regulación estatal, al mismo tiempo que a la provisión privada, como por ejemplo, colegios particulares subsidiados, AFP, Isapres, etc.- es el más rechazado por los ideólogos chilenos de izquierda. Pero también es el que, junto con la apertura comercial, más ha contribuido en Chile a aumentar la libertad para elegir y el que nos ha permitido alcanzar el liderato en los rankings del sector en América Latina.

Pues bien, el 4 de septiembre recién pasado, en un plebiscito que contó con una muy alta votación, quedó en evidencia que los chilenos no son partidarios de modificaciones institucionales radicales. Es decir, a pesar de las preferencias oficiales al contrario, no cabe esperar un cambio de sistema económico. Zapatero a tus zapatos. Es decir cada cual -el Estado y el mercado- a hacer lo que saben mejor.

El anterior fue un paso absolutamente necesario, pero no suficiente, para terminar con la trampa de los países de ingreso medio en que nos encontramos. El segundo paso y decisivo será lograr un entendimiento nacional en torno a las modificaciones que hay que introducirle al modelo, asunto que seguramente dependerá crucialmente de los acuerdos o desacuerdos que se den este año en materia constitucional, de tributación y de servicios sociales.

Por Rolf Lüders, economista