Columna de Sebastián Edwards: Boric, ¿derrota o fracaso?

No me alegra decirlo, pero la verdad es que este gobierno está terminando mal. No sé si el resultado ha sido “deplorable”, como dijo Carlos Peña, pero que ha sido un gobierno mediocre, lo ha sido. Es un gobierno donde el todo es mucho menos que la suma de las partes. No hay, prácticamente, ningún ángulo que lo salve. No ha cumplido casi ninguno de sus objetivos, y, lo que es peor, la población piensa que su calidad de vida ha empeorado desde que Gabriel Boric llegó a La Moneda. La gente vive con miedo, y se lo achaca a la permisividad del gobierno con la delincuencia. Desde luego que es positivo que se hayan aprobado leyes que (en principio) mejorarán la seguridad ciudadana, pero al final lo que importa es el sentimiento de la población, y en eso estamos cada día peor. Cada día, a cada hora, el sentimiento es de más desamparo.
Lo más curioso –por no decir triste– es que en los últimos días las autoridades, Presidente incluido, han estado celebrando supuestos logros que, para ser honestos, no lo son. Una tasa de crecimiento del 2,6% no debiera ser motivo de alegría. Al contrario, lo que cabe es reconocer que estamos prácticamente estancados y que el liderazgo regional que alguna vez tuvimos se ha ido perdiendo en forma inexorable. Ya nos superan Panamá y Uruguay, y si a Javier Milei le va bien, también nos superará Argentina. Mientas no se enfrente el problema de las regulaciones excesivas, desordenadas, redundantes, duplicadas, arbitrarias y sin sentido común, como las que retrasan la construcción de hospitales, no saldremos de la modorra en la que estamos sumidos desde Bachelet 2. Poco a poco más países nos irán superando. Pronto será Costa Rica.
También se celebró –con cumbia incluida– una reforma de pensiones que está en las antípodas de las aspiraciones del Frente Amplio. Lo que hicieron no fue ponerle un clavo al ataúd del neoliberalismo, como habían prometido y anunciado a diestra y siniestra. Opuestamente, lo que hicieron fue tirarle un salvavidas. Tiene razón José Piñera cuando dice que fue un gran triunfo del sistema de capitalización, sistema que, sumando y restando, ha sido una de las piedras angulares de los treinta años en los que vivimos un milagro.
Durante los largos y duros años del exilio los dirigentes de la Unidad Popular se preguntaban, recurrentemente, si el desenlace del gobierno representaba una derrota o un fracaso. Guardando las diferencias y entendiendo que el contexto es muy distinto, la pregunta también es relevante para este gobierno. ¿Fracaso o derrota? Para analizar correctamente el tema, le pregunté a ChatGPT cuál era la diferencia entre los dos conceptos.
Me dijo que “una derrota implica que un actor, movimiento o idea fue vencido por una fuerza externa. Supone que había un adversario u obstáculo que triunfó.” Sobre el fracaso aseveró que se “refiere a la incapacidad de alcanzar los objetivos propuestos, generalmente por problemas internos, errores estratégicos o contradicciones ideológicas.” Los analistas de la Unidad Popular concluyeron, correctamente, que en esa experiencia hubo una combinación de fracaso y derrota. Hubo, desde luego, elementos externos, como los planes de la CIA y de la administración Nixon, y los esfuerzos de la ITT y las compañías cupríferas por desestabilizar al gobierno. Pero, también hubo errores graves de conducción, de diseño de políticas, de entendimiento de la realidad, de lectura de los afanes y miedos – sí, los miedos – de la población. Como dijo Clodomiro Almeyda, uno de los líderes emblemáticos del Partido Socialista, durante la UP primaron los errores propios, es decir, el fracaso.
El pobre resultado del gobierno de Boric, entonces, no puede ser explicado como una derrota. No ha habido fuerzas externas –ni la CIA, ni los chinos, ni el Mossad– que lo antagonicen. Lo del Presidente Boric, se trata, simplemente, de un fracaso. Pero, además de dar las definiciones de los dos términos, ChatGPT ofreció una explicación adicional sobre “fracaso” que debiera hacernos reflexionar: “los fracasos deben repensarse.” Vale decir, después de un fracaso los líderes pueden aprender de su experiencia, replantear sus estrategias, repensar sus ideas, y eventualmente salir adelante. Eso fue, precisamente, lo que sucedió con la “renovación socialista” vivida en el exilio. Renovación que llevó a dirigentes de la Unidad Popular a repensar prioridades y marcos conceptuales, y que permitieron los años dorados de la Concertación. Basta con leer lo que escribían (y decían) gente como Ricardo Lagos y Óscar Guillermo Garretón en la época de la UP, para entender que sacaron lecciones profundas de ese fracaso. El reciente libro de Garretón, “Notas de Memoria”, es una joya que narra el proceso de aprendizaje con elegancia y precisión.
¿Y Boric y su compañeros? ¿Habrán aprendido algo? ¿Sacarán lecciones útiles y luminosas de su propio fracaso? Y si aprendieron, ¿serán, durante el próximo gobierno, una oposición positiva, leal y colaboradora, una oposición que pondrá el sentido común por encima de las ideologías? ¿Entenderán que sólo si se da un revolcón a la economía y a la política saldremos adelante? ¿Serán capaces de seguir los pasos de los líderes de la renovación socialista? Son preguntas que quedan en el aire, sobre las que, por ahora, no tenemos respuesta.
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