Columna de Sebastián Edwards: Carta abierta a los economistas de izquierda
Queridos colegas:
La última vez Chile enfrentó una gran demanda por cambios políticos y sociales (1970), el diálogo entre los economistas de distintas tendencias fue prácticamente nulo. Los de Salvador Allende no hablaban con los de Jorge Alessandri, ni estos con los de Radomiro Tomic; los de la Unidad Popular y los de la oposición vivieron en mundos apartes. La animosidad llegó a tal nivel que en 1972 la Facultad de Economía de la Universidad de Chile se dividió en dos: una de izquierda y otra que cobijó a la entonces oposición. Esa experiencia fue extremadamente nociva; lo sé, porque yo estaba ahí, en la Sede Norte, sin nunca hablar con los colegas de la vereda opuesta en la avenida República.
Entonces, propongo que hablemos. No dejemos que el ruido de las redes sociales se yerga como un muro. Hablemos con calma y sin apuros. Usemos nuestro lenguaje profesional, aun cuando las opiniones de “los técnicos” estén depreciadas.
Empiezo con la matriz productiva. Ustedes han argumentado que la nueva estrategia de desarrollo debe agregar más valor a las exportaciones, lo que se lograría a través de un mayor rol del Estado en materias estratégicas y productivas. En una columna reciente, el colega José Miguel Ahumada escribió: “Chile… es el segundo productor mundial de litio lo que abre la posibilidad de generar encadenamientos productivos hacia baterías de litio y motores eléctricos, claves para la electromovilidad.”
En la actualidad ningún producto sofisticado es manufacturado íntegramente en un solo país. Se hace un pedacito en el país 1, luego pasa al país 2, para seguir en el país 3, y volver al país inicial. Cruza fronteras decenas de veces antes de estar terminado. En cada paso se agrega valor. Tomemos el caso de los automóviles eléctricos. De acuerdo al “Auto Index” del Kogod School de la American University, solo un 50% del Tesla Modelo X es manufacturado en EE.UU. y Canadá. En México se produce un 25%, y el resto en otros países geográficamente cercanos. Obviamente que sería genial que Chile participara en forma activa en esta cadena, y que un porcentaje importante del Tesla – el motor o parte de él, por ejemplo – fuera producido en nuestro país.
Pero, ¿es factible que un país tan lejano sea competitivo en este proceso? ¿Con qué país vecino podríamos integrarnos en una cadena eficiente de suministro global? ¿No sería el costo de transporte prohibitivo? ¿Sería posible participar de un “voy y vuelvo” de productos semiterminados?
Debo reconocer que estas preguntas me generan escepticismo. Pero estoy muy interesado en vuestra respuesta. Mi colega Ed Leamer, el gran economista internacional, calculó que, para productos manufacturados, cada mil millas de distancia entre el productor y el mercado eran equivalentes a una tarifa de importación del 10%. Esto significa que nuestros potenciales motores partirían con un castigo del 45%, con respecto a los producidos en México. Ese efecto de la distancia, consignó Leamer, no afectaba a productos naturales. ¿Qué puede hacer el estado para compensar nuestra ubicación geográfica?
Recaudación impositiva: A estas alturas todos estamos de acuerdo que Chile debe aumentar en forma sustantiva la recaudación tributaria. La pregunta es a través de qué instrumentos y cuan rápido. El colega Ramón López habla de un incremento de 10% del PIB, en tan solo cuatro años. Varios países han logrado, históricamente, aumentos de esa magnitud: España (22 a 35%), Turquía (13 a 23%), Corea (16 a 27%), Grecia (21 a 39%). Pero ninguno lo hizo en cuatro años. Lo lograron en un periodo de entre 30 y 40 años.
El profesor López ha dicho que Chile puede lograrlo porque tiene a su disposición instrumentos únicos: impuesto al patrimonio de los súper ricos, royalty minero, y una mejoría en la administración y el control tributario.
He leído con atención los trabajos del colega (y sus coautores) sobre los dos primeros temas, y quedo con dudas. He aquí algunas: ¿Cómo se define patrimonio? ¿Incluye colecciones de arte y estampillas, de objetos variados y libros antiguos, de fotografías firmadas y primeras ediciones? ¿Joyas? ¿Consideraron el estudio de Josh Rauh, de Stanford, sobre la reacción de los contribuyentes de altos patrimonios ante cambios impositivos? (Rauh descubre una reacción sustantiva, con una “elasticidad” de 3.1) ¿Han pensado en el método de Haig-Simons, en vez del impuesto al patrimonio?
Con respecto al royalty, ¿estudiaron en forma diferenciada los efectos sobre el “margen intensivo” y el “margen extensivo”? Estudios recientes indican que esta diferencia es vital, y que ignorarla puede llevar a errores serios.
Y, ¿qué evidencia internacional han considerado sobre cambios administrativos y de control? Hace años que el Banco Mundial concluyó que este es un proceso gradual, que toma décadas.
Quedan muchos temas en el tintero: Banco Central, pensiones, medio ambiente, salud.
Debemos seguir hablando.
Entretanto un consejo de un colega que vive lejos, que ya tiene sus años, que ha visto y participado en innumerables escaramuzas:
Tratémonos bien, seamos amable, hablemos con mesura y consideración. La manera como el profesor Ramón López trató al colega Daniel Hojman, en Twitter, cuando le echó las jinetas de sus publicaciones encima, no es correcta. En esta conversación somos todas y todos iguales. Lo que valen son las ideas, los planteamientos lúcidos y consistentes, las propuestas respaldadas por evidencia empírica.
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