Columna de Sebastián Edwards: Mi pobre pensión californiana

Cajas de Chile 02-pensión


Hace unas semanas empecé a recibir mi pensión estadounidense. Durante 44 años aporté un 12,5% de mi salario al sistema de Social Security. Este es el pilar público y solidario del sistema de pensiones de este país. Nunca, jamás, tuve una laguna. Empecé a recibir los pagos a los 70 años. Ahora que la reforma chilena está trancada es interesante entender cabalmente cómo funciona el sistema en EE.UU. (Debo aclarar que el pilar público es complementado, para la inmensa mayoría de las personas, por uno voluntario de capitalización individual, que cuenta con enormes incentivos tributarios).

Mi “tasa de reemplazo” es del 33,6%; es decir, mi pensión es un tercio de mi sueldo imponible. Esto es significativamente más bajo de lo que hubiera obtenido en Chile. En efecto, un estudio reciente de la Superintendencia de Pensiones señala que la mediana de la tasa de reemplazo para quienes contribuyeron toda la vida es del 57%.

Es decir, a pesar de haber aportado, cada mes, un 25% más de lo que hubiera aportado en Chile, y de haber recibido la pensión cinco años más tarde que en Chile, mi jubilación es más baja (en relación con mi sueldo) de lo que hubiera sido en la larga y angosta franja de tierra.

La verdad es que hubiera podido jubilarme hace tres años -a los 67-, con lo que llaman “beneficios completos”. Si lo hubiera hecho, mi tasa de reemplazo hubiera sido de 27,5% de mi salario imponible. El retrasar los pagos por tres años me permitió recibir una jubilación 22% más alta, en términos de dinero, de lo que hubiera recibido a la edad “oficial”. Es decir, ese retraso voluntario en la edad de jubilación fue un estupendo negocio. Vale la pena hacerlo.

También hubiera podido optar por una jubilación temprana, a los 62 años. En ese caso, mi tasa de reemplazo hubiera sido tan solo del 19% de mi salario imponible. Todo lo anterior significa que en este sistema los incentivos para retrasar la edad de jubilación son enormes. Esperar de los 62 a la edad “oficial” de 67 años genera un aumento del 44%; postergar otro poco, hasta los 70 (lo máximo que la ley permite), se traduce en un aumento adicional del 22%. Quien se jubila a los 70 años, recibe una pensión que es 77% más alta que quien lo hace lo más temprano que la ley aprueba (a los 62 años).

Es fundamental recalcar que en este país no se considera que una persona de 70 años sea “vieja”, ni se discrimina en su contra en el mercado laboral. También debe anotarse que no hay diferencias en los pagos a hombres o mujeres.

Una de las grandes falencias de la reforma propuesta por el gobierno de Gabriel Boric, y que hoy día se discute en el Senado, es que no hace nada con respecto a la edad de jubilación. Se desconoce, olímpicamente, que las expectativas de vida han aumentado en cerca de 10 años desde que se lanzó el sistema. A lo menos debiera haber incentivos tributarios -o, directamente subsidios- que estimularan a las personas a retrasar su edad de pensión.

El sistema estadounidense tiene otras características importantes que vale la pena resaltar.

Las personas que aportan al sistema menos de 10 años no reciben ninguna pensión. Si usted solo aportó durante 9 años, 11 meses y 29 días, no es elegible para la seguridad social. Si su ingreso está por debajo de la línea de la pobreza, recibirá otras ayudas sociales, pero no una pensión del sistema público. Otra de las falencias del sistema chileno es que no permite retirar los saldos a quienes ahorran cantidades muy pequeñas. Existen varias propuestas para que se devuelvan los ahorros si la pensión contributiva es menor de una cierta cantidad mínima (por ejemplo, dos UFs). La reforma debiera incorporar esta opción.

En EE.UU. las personas de más de 70 años que siguen trabajando deben, obligadamente, recibir la pensión, pero al mismo continúan imponiendo. Esa es, de hecho, mi situación. Por lo tanto, mientras siga laborando, ya sea como empleado o por cuenta propia, mi tasa de reemplazo efectiva -la pensión menos mis contribuciones- será de tan solo 21,1% (33.6 - 12,5 = 21,1). Esto es menos de la mitad de lo que mi jubilación sería en Chile.

Al igual que en Chile, el pilar público estadounidense es enormemente solidario. Mientras menor es el ingreso, mayor es pensión en relación con el salario. Alguien que (en California) ha ganado toda su vida el salario mínimo, tendrá a los 67 años una tasa de reemplazo del 72,6%. En el otro extremo está alguien que ha contribuido toda la vida y tiene un salario igual al máximo imponible. Ese individuo tendrá una tasa de reemplazo de tan solo un 27,5% de su sueldo. En el medio, si una persona tiene un salario que es la mitad del máximo, su tasa de reemplazo será de 49,5%. Si su sueldo es un cuarto del máximo, tendrá una tasa de reemplazo del 61,5%.

En los últimos años, y como consecuencia de los cambios demográficos, en EE.UU. se ha hecho un esfuerzo por darle una mayor importancia al ahorro y al pilar contributivo. Para lograrlo se ha recurrido a medidas respaldadas por los principios de las “finanzas del comportamiento” que combinan economía con psicología. Con el paso de los años el sistema público aquí descrito irá perdiendo importancia, mientras que las cuentas individuales -las llamadas 401K- tomarán mayor importancia.

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