Columna de Sebastián Izquierdo: Chile en llamas
El megaincendio en Valparaíso se alza como la tragedia más abrumadora que ha golpeado a Chile desde el devastador terremoto 27F. Los números son desgarradores: más de 10 mil hectáreas arrasadas por las llamas, alrededor de 15 mil hogares en villas informales reducidos a escombros entre las quebradas y un histórico jardín botánico convertido en cenizas. Lo más triste, un saldo trágico que supera las 100 vidas perdidas, muchas de ellas aún sin identificar. Esta devastación, aunque concentrada en Valparaíso, no conoce fronteras y en Chile se extiende a otras cinco regiones.
A nivel mundial, el cambio climático está intensificando las condiciones favorables para incendios, incluyendo calor extremo, sequedad y vientos fuertes. Si no tomamos medidas drásticas, se anticipa que un aumento de hasta 4 grados en la temperatura global podría aumentar la superficie quemada en un 50% - 70% y la frecuencia de incendios en un 30% en comparación con la situación actual (IPCC). En Chile, la estrecha correlación entre las altas temperaturas y la propagación de incendios es evidente. En años con temperaturas máximas por debajo de los 38 grados, se quemaban alrededor de 50 mil hectáreas anualmente. En años más cálidos, como 2017 y 2023, con máximas superiores a los 41 grados, los incendios arrasaron 500 mil y 400 mil hectáreas, respectivamente.
Exacerbada por el cambio climático, la acción humana se ha convertido en la principal causa de incendios forestales. En promedio, en las últimas diez temporadas, se han registrado 6.890 incendios anuales que han consumido 165.891 hectáreas, afectando no solo los ecosistemas forestales, sino también terrenos agrícolas, praderas, humedales y áreas urbanas. Las estadísticas ratifican la mano humana: el 59% de los incendios de la temporada pasada se debió a negligencia, el 31% fue provocado intencionalmente y un 7% ocurrió por accidentes (Conaf, 2024).
Las olas de calor desencadenan incendios, pero la acción humana inicia la chispa y moldea su curso, revelando así la dualidad de Chile. Por un lado, destaca la solidaridad y las coordinaciones comunitarias ejemplares. Por otro lado, emergen comportamientos sombríos, como el robo a una influencer que recaudó fondos de ayuda, la celebración de un matrimonio en medio de la tragedia, la imposición de peajes a bomberos, la desobediencia de bañistas al toque de queda y la vigilancia de vecinos para prevenir saqueos y evitar la apropiación de sus terrenos. Además, el jefe de defensa nacional sugirió que el origen del incendio podría haber sido “algo orquestado”… gravísimo.
Chile ha intensificado sus esfuerzos en la lucha contra los incendios, duplicando sus brigadas y capacidad aérea en la última década. Esta realidad, marcada por incendios estivales recurrentes, desafía nuestra preparación y respuesta ante la interacción del cambio climático y la acción humana. En este momento, es fundamental fomentar la unidad y respaldar a las autoridades, dejando las críticas para otro momento. Aunque será crucial evaluar nuestras acciones en la gestión integrada de riesgos, la prioridad actual es solidarizarnos con las familias, confiando en la fortaleza colectiva de Chile para superar estas adversidades.
Sebastián Izquierdo R., Coordinador Académico CEP.
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