Columna de Sebastián Izquierdo: Oleada migrante: ni blanco ni negro, desafiante

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¿Beneficia la migración a Chile? Aunque algunos informes lo sugieren, la realidad muestra que aún tenemos que dar respuesta a importantes desafíos para que esto sea así. Una ola de inmigración sin precedentes tanto en magnitud como en velocidad es un asunto que no podemos tomar a la ligera.

Por un lado, la gran mayoría de los migrantes ha llegado en busca de oportunidades laborales, con una participación de más de 20 puntos superior a la de los nacionales. Así, la migración ha contribuido positivamente a la economía (0,8% del PIB entre 2017 y 2023), gracias a la inyección de mano de obra en una población envejecida y a la llegada de niños que prolongan este efecto. Además, al ser “económicamente activas”, las personas migrantes aportan más impuestos al Estado de lo que reciben de este (Banco Mundial, 2024). Sin embargo, por otro lado existe una minoría significativa que ha venido a delinquir, empañando el panorama. En tan solo dos años, la población penal extranjera se duplicó, llegando al 14,4% del total de la población penal del país. Todo un sombrío aspecto que no puede ser ignorado, ni tampoco exacerbado.

¿Extraña entonces que hoy el 74% de la población tenga un juicio crítico frente a los que han llegado en los últimos cinco años? Además, un 78% percibe que existen conflictos significativos entre chilenos y migrantes (CEP, 2024). La lección del manejo irresponsable de la migración es clara: no estábamos preparados. La falta de un adecuado procesamiento y encauce institucional ha llevado a que la población no valore los beneficios de la migración; a que vea más delincuencia, menos cupos en las escuelas y listas de espera más largas en el consultorio.

De qué sirve que la migración aporte dinamismo económico, si tenemos situaciones como las que se viven en Tarapacá, donde un 51% de los presos son extranjeros y ciertas zonas de migrantes se han convertido en epicentros de criminalidad. Más al centro, la densa concentración de extranjeros en guetos complica gravemente la convivencia, generando percepciones negativas respecto a las normas de comportamiento. Y más al sur, empleadores, para ahorrarse algunos pesos, emplean sin contratos a migrantes para la cosecha, aumentando así la creciente informalidad ­­–un tercio está en esta situación.

Frente a estos problemas, ¿qué estamos dispuestos a hacer? Al parecer no mucho. El rechazo a la migración no emerge de un vacío, está alimentado por experiencias diarias y por la sensación de que está alterando irreversiblemente el tejido social. Debemos hacernos cargo de esta realidad, tomando medidas como frenar -de verdad- los ingresos clandestinos y aumentar la fiscalización de los residentes. También es crucial diseñar políticas de inserción y asegurarnos de que el ingreso regular esté en armonía con nuestras capacidades, las cuales debemos fortalecer.

Considerando todo lo anterior, la respuesta a la pregunta sobre si la migración beneficia a Chile resulta mucho más difícil. No se trata de negar sus beneficios económicos o culturales, sino de reconocer que es un fenómeno cargado de complejidades que requieren de políticas bien pensadas. Chile está en un punto de inflexión: abordamos estos desafíos o corremos el riesgo de que las tensiones escalen hacia un problema aún mayor. ¿Cuánto más vamos a esperar?

Por Sebastián Izquierdo R., coordinador académico CEP

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