Columna de Sebastián Sichel: Cómplices activos y arrepentimientos
“Esta ya es la Constitución de Lagos, de Pinochet no queda nada”, señaló con su clásico estilo desparpajado Francisco Vidal, justificando su voto “En contra” el 17 de diciembre. Del mismo modo, Michele Bachelet dijo que votaba “En contra” porque está nueva Constitución “no nos une como país”. Huelga decir que ambos votaron “Apruebo” en el plebiscito anterior, expresando exactamente las razones contrarias en las que justifican su actual voto: porque querían terminar con la Constitución de Pinochet y porque el desastroso texto rechazado por casi el 63% de la población, según ellos, nos unía. O sea, se arrepintieron. José Miguel Insulza, Gabriel Osorio, Raúl Leiva y otros diputados socialistas nos han dicho que se arrepienten de haber votado “Apruebo” en la consulta al texto anterior.
Desde el Ministerio del Interior trataron de invitar a Andrés Chadwick a la mesa de seguridad, lo que supone un arrepentimiento de haberlo acusado constitucionalmente y haberlo tratado de violador de DD.HH., o si no sería un contrasentido. Giorgio Jackson nos dijo que había sido un aprendizaje descubrir que los retiros provocaban inflación, lo que supone haberse arrepentido de apoyar retiros en plena elección. El diputado PS Tomás de Rementería nos dijo que se había arrepentido de haber “romantizado” la migración. A esta altura es obvio que el Presidente Boric está arrepentido de no haber votado o haber rechazado la agenda de seguridad (estados de emergencia, ley antibarricadas, defensoría de las víctimas, etc.) o si no, no estaría impulsando como Jefe de Estado lo que rechazó cómo diputado.
Nos hemos llenado de declaraciones de buena voluntad de actores de gobierno diciendo que si se vota “En contra” se acaba el ciclo constitucional, o sea se arrepintieron de querer una nueva Constitución. Con tanto arrepentido, seguro el populismo de izquierda chileno cree tener pavimentado el camino de los cielos. Creo que a esta altura ya varios sabemos que esto no se trató de una gran broma, sino de una pulsión irresistible por hacerse del poder a toda costa. Pericles, el gran constructor de la democracia griega, decía que la verdadera felicidad estaba en la libertad, y la libertad estaba en el coraje. No es cierto que los moderados de izquierda chilenos se hayan arrepentido del triste espectáculo que dieron desde octubre de 2019, sólo han hecho públicas sus culpas por necesidad electoral: se acabó la ola del Frente Amplio.
Mi sospecha es que Insulza, Vidal y tantos otros sabían que lo que hacían era incorrecto: no los imagino violentos o revolucionarios, sólo faltos de coraje. Se requería valentía para enfrentar la moda de la agenda que imponían las redes sociales y los noveles dirigentes frenteamplistas. El problema es que el arrepentimiento no basta, pues fueron cómplices de la violencia desatada, del deterioro del clima político y de la destrucción de la obra de los últimos 30 años. Y para sanearlo no basta con arrepentirse, a esta altura se requieren cambios en las reglas del juego. Hay que construir en tierra arrasada.
Por eso, admiró el coraje del Presidente Frei de cruzar el charco. Por qué él, al igual que ellos, sabe que no basta con tratar de volver al pasado -los últimos 30 años o la Constitución de Pinochet- en un país subsumido en un caos institucional autogenerado, sino que se requerirán nuevas instituciones y reglas que permitan enfrentar el futuro. Y eso lo logra el texto que votaremos el 17 de diciembre: nuevas reglas para el sistema político. Y ese futuro no se pavimenta con arrepentidos, sino con las modificaciones institucionales que permitan que nunca más un grupo extremo, con espacios regalados y la complicidad de antiguos líderes embelesados, puedan tomar el control del país sin necesidad de construir mayorías.
La falta de coraje no la pueden cambiar las leyes. Pero sí pueden arreglar los problemas de un sistema político fragmentado.